jueves, 26 de abril de 2018

No es abuso, ES VIOLACIÓN

"El término violencia sexual hace referencia al acto de coacción hacia una persona con el objeto de que lleve a cabo una determinada conducta sexual, por extensión, se consideran también como ejemplos de violencia sexual "los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y/o el lugar de trabajo."1​La violencia sexual se manifiesta con actos agresivos que mediante el uso de la fuerza física, psíquica o moral reducen a una persona a condiciones de inferioridad para imponer una conducta sexual en contra de su voluntad. Este es un acto que busca fundamentalmente someter el cuerpo y la voluntad de las personas".

Fuente: wikipedia

Todo eso es violencia...menos para los jueces de la "manada"

Se ha encendido una hoguera que no va a apagarse nunca, el feminismo no va a rendirse, al contrario. Si tocan a una, nos tocan a todas, y nos han tocado. La violación de la manada no ha sido solo una violación en grupo, ha sido una violación colectiva, a todas nosotras. Con el tiempo se verá el verdadero impacto político de esta sentencia que es, en sí misma, otra agresión sexual añadida a la que se relata en ella. Cuando volvamos la vista atrás, algún día, la violación nos parecerá tan repugnante y anacrónica como el canibalismo. Para entonces, el mundo entero será feminista o no será. (Los que dictan sentencias así quieren impedirlo, pero aún no se han enterado de que cada intento de boicot del mundo justo que imaginamos, creamos y defendemos nos hace más y más fuertes)

miércoles, 25 de abril de 2018

Amor del bueno

"Soy independiente porque nadie depende de mí"

Esta frase de Víctor Tausk me acompañó durante muchos años, exactamente hasta que la vida me hizo el suficiente daño como para tener que repensarlo todo. Hasta entonces, tenía del feminismo una idea intuitiva, experiencial, nada reflexiva ni activista. En esa idea del feminismo, que ahora sé que era liberal, aunque bienintencionada, la independencia era condición para la libertad, siendo mujer. Me horrorizaba la idea de depender de mis padres, de un hombre, de quien fuese. Quería volar, y para eso necesitaba la ligereza de la independencia. No depender de nadie, pero que tampoco nadie dependiera de mí. Ir de aquí para allí, no dar explicaciones, cambiar de ciudad, de pareja, de actividad...y así lo hice. No quise tener hijos y sigo sin querer tenerlos. Al principio era por independencia, luego por realismo ante la responsabilidad, actualmente porque no, y punto.

Pero hoy leí un artículo de Judith Butler sobre la vulnerabilidad y la interdependencia, y esa frase de Tausk me volvió a la cabeza, esta vez para darle unas cuantas vueltas. Evidentemente vengo pensando en la interdependencia desde hace años, en las redes de solidaridad, de apoyo mutuo, de transformación de valores, cosmovisiones, prácticas. Pero leer a Butler, justo hoy, me hizo relacionar estas reflexiones con esa frase, o con lo que hubiera quedado de ella como faro.

Tenemos fobia a la dependencia, la nuestra de otros o la de otros de nosotros por una razón muy simple: la claustrofobia relacional. Que la dependencia nos conduzca a encerrarnos en la cosmovisión de una persona, de dos como mucho, y que esa cercanía sin opciones, dilatada en el tiempo, termine por borrar todo lo demás. Tenemos esa fobia porque las redes de personas de confianza son pequeñas, y las redes son pequeñas porque la fase neoliberal del capitalismo nos ha intoxicado para que sea así. Nos desplaza, nos explota, nos intoxica con autoayuda, con competitividad, con racismo, con miedo, con desconfianza, con angustia ante los otros, como si los otros no compartiesen las mismas fobias y las mismas carencias, como si los otros no fuesen tan humanos, ni estuviesen tan asustados.

Hace poco tuve el placer de escuchar a Silvia Federici, de ver en persona su cuerpo de más de setenta años, frágil de apariencia, físicamente pequeña, y con uno de los discursos más lúcidos que se pueden escuchar hoy en día. Su voz se escucha en cualquier parte del planeta que recorre, de charla en charla, que es el nuestro. Nada de lo que dice es superfluo ni se olvida. Más aún, lo que dice se encarna, se mete hasta los huesos, toca el ADN y lo programa para relacionarnos de otra forma con el medio. Y Silvia nos alentó a reconstruir el tejido social como una de las medidas más urgentes y necesarias para frenar lo insoportable. Y yo añado, desde mis genes programados para aprender y reinventarme en interdependencia con el medio: reconstruir el tejido social puede ser tantas cosas, puede ser coser, cicatrizar, empezar algo, organizarse, quererse, apoyarse, confiar, ampliar redes, fortalecer las que ya existen, crear otras nuevas, imaginarlas...pero sobre todo, desterrar la claustrofobia relacional si esa dependencia que la provoca pudiera socializarse, que pudiera socializarse el cuidado de los bebés, de las amigas, de los mayores, de las personas que sufren y necesitan de los otros de la forma que sea (es decir,de todas las personas).

Porque esa dependencia, así repartida, nos haría recordar que no hace tanto fuimos niñas, que no tan tarde seremos ancianas, y que el riesgo de sufrir, por las causas que sean, forma parte de la condición humana. Si todas las personas fuésemos encarnadamente conscientes de algo tan simple y tan rotundo, y lo viviésemos con orgullo ético, como una forma de reconstruirnos y lamernos las heridas (que son interminables), quizás podríamos ganarle terreno al miedo, a la desconfianza, a los malos recuerdos, y a las divisiones interesadas que se promueven desde el poder para que seamos islas de falaces fantasías independientes.

En mi experiencia particular, esas redes existen, y crecen, y puedo decir con orgullo que me preocupo de que sea así. Son círculos concéntricos y nudos de amigxs y compañerxs, imperfectxs, limitadxs, humanxs, y por esx mismo tan queridxs y necesarixs. Como Judith Butler, yo también quiero ser más débil.

sábado, 21 de abril de 2018

Estrés laboral

Ya no sabemos lo que es la vida, de tan expoliada que está.

Poco sabemos más allá de sobrevivir a las exigencias del mundo laboral (siendo aún peor no tener mundo laboral), a sus pequeños y grandes agobios, a su temporalidad, a las relaciones personales que implica, a la centralidad de su espacio físico y mental.

El tiempo libre se ha visto suplantado por el "espacio para desconectar", lo que implica que es un intento (otro esfuerzo) para disputarle la centralidad, mucho más que tiempo verdaderamente propio. Y digo esto desde un espacio laboral privilegiado, que me gusta, que me motiva, que todavía conserva codiciones laborales dignas...pero que no está libre de riesgos, como sobrecargas puntuales de trabajo, que, si se extienden en el tiempo, pasan factura.

Mi experiencia personal me dice que mi exposición al estrés excesivo tiene riesgos específicos, límites que no me apetece tentar. Cuidar la salud mental se vuelve prioritario ante estos riesgos. El estrés laboral por sobrecarga de trabajo viene como un golpe de calor, pasas de estar más o menos bien, controlando la situación, organizándote lo mejor posible, cumpliendo plazos e inventando recursos mil para no romperte, y de repente todo tu cuerpo se pone en huelga: se niega a pensar, a dormir, a escribir...todo cuesta un mundo. Cuando paras (porque no puedes hacer otra cosa) miras hacia atrás y echas de menos la última vez que diste un paseo sin cansarte, la última vez que dormiste ocho horas seguidas, que te despertaste un sábado con la sensación del fin de semana entero para ti...la última vez que tuviste una identidad o rol social diferente al de trabajadora estresada.

Aquí lo dejo por hoy...continuará.

domingo, 15 de abril de 2018

Playas

He estado algo ocupada últimamente, cerrando relaciones como quien cierra puertas por la noche, en silencio y con cuidado.

Se pueden abrir puertas nuevas desde ahora, con la velocidad de una tortuga caribeña, bien acorazada pero ligera cuando se trata de flotar en las corrientes.Vericuetos y sus golosinas musicales, volando bien alto hacia regiones desconocidas, y sin embargo cómplices en la conciencia inefable de los puntos de inflexión emocional.


lunes, 2 de abril de 2018

Otelo en Mátrix

La Estética de la Recepción analiza la respuesta del lector ante los textos literarios; En esta escuela se hace especial hincapié en el modo de recepción de los lectores, concebidos como un colectivo histórico.

Personalmente, y no sé si le pasa a más personas, el mismo fragmento puede generarme sentimientos y reflexiones muy distintas, incluso dispares, en cada lectura nueva. No digamos si entre una lectura y la siguiente pasan años, y con ello, historia(s). Puedo haber cambiado mis prioridades, mis reflexiones, mi conocimiento del mundo, pueden haber cambiado mis actividades principales, mis intereses, mi gusto literario, mi criterio ético, y así hasta el infinito. Hasta puede que, a pesar de todos o de algunos de esos cambios, ese pasaje siga haciéndome reaccionar de forma similar a como lo hizo la primera vez.

Imaginemos por ejemplo la reacción emocional de un hombre extremadamente celoso en una representación teatral de Otelo, y comparémosla con la de una mujer, o con la de un hombre apenas celoso.

La confusión entre realidad y ficción, a la que son más proclives lectores no familiarizados con la diversidad de códigos y convenciones literarias, se torna peligrosa cuando se atisba la inclusión de guiños autobiográficos, reales o percibidos, en la materia prima literaria. Peligrosa porque las interpretaciones acríticas que pueden hacerse de determinados pasajes o metáforas pueden generar la sensación molesta, aunque no por ello menos ficticia, de vivir en Matrix, una distopía virtual con reminiscencias neoplatónicas que pretende hacer reflexionar sobre el dentro y el afuera. Dentro y fuera de un mundo, de un pensamiento, de la propia capacidad para pensar en marcos amplios de posibilidades. Desconocemos los efectos de Matrix sobre el conjunto de espectadores, los matices serán tantos y tan desconocidos como ellos mismos lo sean.

¿Vamos a dejar de escribir por el riesgo de tales confusiones? Si lees, sabes la respuesta.