miércoles, 8 de noviembre de 2017

Rilke, la que liaste.

¿Cómo habré de retener mi alma
 para que no toque la tuya?
 ¿Quién querría hacerle eso?
¿Nació acaso la libertad para vetársela a las almas?
¿Son los otros la frontera de mi alma? ¿Desde cuándo?
¿Cómo habré de encaminarla
por encima de ti hacia otras cosas?
Que ella misma se encamine, mientras vuela
Ah, bien preferiría someterla a algo lejano,
¿como una cárcel de amor?
perdido en la tiniebla, en un paraje extraño, sosegado,
¿como un taxi a las seis de la mañana?
que no se estremeciese cuando tus entrañas se estremecen.
Pues va a tener razón Platón, que a un alma una diarrea tampoco le quita el sueño
Sin embargo, todo lo que nos toca a ti y a mí,
excepto la lotería
nos une como un arco de violín
o de flechas
que de dos cuerdas saca una única voz
(con lo que embriaga la polifonía)
¿En qué instrumento los dos estamos tensos?
¿Qué músico nos tiene entre sus manos?
¿Si la música es un alma inaprensible?


¡Oh, dulcísimo sueño!
 Holderlin, amigo, no nos quieren.













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