miércoles, 30 de agosto de 2017

Luciérnagas

Qué tristísimo es sentir tristezas ajenas que no se dejan tocar. En el activismo en salud mental, el que se hace a nivel interpersonal, hay una carga de estrés por el dolor del otro que va implícita. Hay también un grado alto de desobediencia al imperativo psicológico neoliberal de que cada palo aguante su vela, y el precio de esta desobediencia puede ser alto.

He dejado tantas veces que el dolor ajeno se hiciese uno con el mío propio desde hace tantos años, que parece como si se hubiera convertido en mi naturaleza. También lo he confundido hasta el punto de creer que lo que me ayuda a mí le puede ayudar a los demás, lo cual es peligroso porque tiendo a ser dura conmigo misma, a elegir los caminos más punkis para que la luz se haga más rápido, la luz que me deja hacer el análisis correcto. Y eso puede ser demasiado para algunas personas. Para otras no tanto, quizá más parecidas a mí. Así que seguro que me equivoco más veces de las que acierto, y eso también duele, y se suma al precio doloroso de la desobediencia.

Lo más importante es poder hacer entender, a las personas que lo pasan mal, que son luciérnagas, porque aunque muchas veces no vean su propia luz (quizá porque alumbra a partir de sus espaldas, es decir, a posteriori), los demás sí la vemos, y vaya si la vemos. Dicho de otra manera, la influencia bonita de la luz de las personas es algo completamente intangible, que se expresa en forma de alegría, reconforto, aprendizaje, experiencias compartidas, inspiración, caminos que empiezan, o recuerdos bonitos. Así que lo mejor será decirlo. No vamos por ahí diciendo "eres una luciérnaga", tendemos a expresarlo con otras palabras más comunes, pero que significan lo mismo: Te quiero. Eso queremos decir cuando decimos que queremos a alguien, le estamos reconociendo su estatuto inalienable de luciérnaga. Aunque todas las personas tengamos zonas oscuras, brillamos aún sin ser del todo conscientes.

Brillamos mientras vivimos. Si somos zombis por temporadas, bueno será darse cuenta pronto, y hacer algo contra esa inercia de la pseudovida. Encontrar sus causas, analizar las consecuencias de quedarse inmóvil, empezar a moverse, por ejemplo pidiendo ayuda, o aceptando, de la manera que sea, la que se nos ofrece aunque no la hayamos pedido (aunque depende de quién venga, claro, eso también es valorable) Y si es con amigxs, debería ser más fácil. A mi los amigxs me han ayudado tantísimo, siempre, que si estoy viva y no zombi, es gracias a ellxs, por encima de cualquier otra consideración en lo que a cuidados se refiere.

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