viernes, 7 de octubre de 2016

Tu sonrisa ilumina mi casa

 Mi casa es el estado mental en el que vivo desde que me sonríes por todas partes, con esa tontería capaz de borrar toda oscuridad pasada. Me ciegan un poco mis propias palabras desconocidas, hechas del cariño que regalas con la generosidad de quien sabe que la abundancia se reproduce a sí misma. Eres como el agua, y así quiero verte siempre, manantial de fuente clara. Si fuera poeta, quisiera llenar esta página de palabras acuáticas, bailando en el tintineo húmedo de tus ojos alegres. Y si fuera bruja, desharía con gusto todo hechizo de amor, para que fuese la libertad la única magia en la que vale la pena creer.

3 comentarios:

  1. Hola!

    He visto un comentario tuyo en un Blog, te envio link: Te envió el link del articulo para situarte: http://elhilodelamadeja.blogspot.com.es/2013/01/abusos-sexuales-en-la-infancia-una.html

    Es un comentario de 2013 pero espero que pueda contactar contigo de algun modo, por esto te publico en tu ultima redacción.

    Te voy a explicar!
    Estoy haciendo la tesis y estoy tratando los abusos sexulaes y leí ese comentario tuyo de 2013.
    A mi también me pasó algo relacionado dos veces, una de menos y otra hace nada, es por esto que hice mi tesis (que en definitiva es de algo personal) de esto.

    Es obvio que no la puedo basar solo en mi experiencia y por lo tanto debo tener experiencias de otras personas. Te dejo mi mail aquí:

    Ponte en contacto conmigo cuando quieras :)
    Me serías de gran gran ayuda

    evaizzcuu@gmail.com

    Gracias

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  2. Hola Paula. Me he encontrado este poema debajo de una piedra. Me encanta. Espero que te guste a ti también. Soy Manuel, amigo de Miguel, que me recomendó tu blog.

    Estaba loca:

    su tristeza no era de este mundo,

    a veces estallaba a reír cuando me lloraba sus penas

    y solía enredarse el pelo cuando le iba bien.




    Se pintaba los labios antes de dormir:

    'quiero estar guapa para mis sueños', me decía.

    Luego se levantaba con el rímel corriéndose en sus ojeras,

    como en mis mejores fantasías,

    y me preguntaba la diferencia entre una nube y una ola.




    Yo la observaba en silencio

    -un silencio consciente,

    pues ella era una de esas mujeres

    que te hacen saberte derrotado antes de intentarlo-,

    como si tratara de vencerla sin palabras,

    como si esa fuera la única forma.

    Ilusa.




    En ocasiones

    todo lo que hay más allá de alguien es superfluo

    y todo lo que hay dentro de uno es redundante.

    No lo sé,

    le hubiera repetido un millón de veces por segundo

    que era más guapa que un pájaro sobrevolando el mar

    y que sabía más dulce que la caricia de un padre,

    pero ella estaba loca,

    loca como un silencio en medio de una escala,

    y solo me besaba cuando me callaba.

    Maldita zorra.




    Solía decir que los peces eran gaviotas sin alas

    y era imposible tocarla sin que gritara.

    Yo lo disfrutaba: era un instrumento delicioso.




    Cuando le decía que amaba su libertad

    se desnudaba y subía las escaleras del portal sin ropa

    mientras me decía que echaba de menos a su madre.




    Cuando tenía miedo

    se ponía el abrigo y se miraba al espejo,

    entonces se reía de mí y se le pasaba.




    Cuando tenía hambre

    me acariciaba el pelo y me leía un libro

    hasta que me quedaba dormida.

    No sé qué hacía ella después,

    pero cuando me levantaba ella seguía ahí

    y mi pelo estaba lleno de flores.




    Un día se fue diciendo algo que no entendí,

    supongo que por eso empecé a escribir.

    Me dijo:

    no me estoy yendo,

    solo soy un fantasma de todo lo que nunca tendrás.

    Maldita zorra.

    Maldita zorra loca.




    Estaba loca,

    joder,

    estaba loca.




    Tenía en su cabeza una locura preciosa.

    ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella?




    ELVIRA SASTRE

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