miércoles, 10 de agosto de 2016

No recuerdo en qué momento tu alma tocó la mía

Y sin embargo se está construyendo, en torno a ese momento y sus consecuencias, un relato fantástico que podría grabarse a fuego en caso de alzheimer, si no se le adelanta el cáncer, o alguien conduciendo de forma temeraria, con tan poca responsabilidad como reflejos. Pero no entré hoy aquí para hablar de decadencia, sino todo lo contrario. Si cualquiera de nosotras vivese un amor digno de perdurar más allá de las fronteras de la memoria, lo cierto es que sería de todo menos decadente. Incluso obviando el hecho de que, el amor romántico, por definición histórica y filosófica, no puede ser ninguna otra cosa.

Así que rescatar de los escombros de la decadencia una relación que no parece sino producto de un sueño raro podría ser, en sí mismo, más romántico que la relación que sí. Perdón por el galimatías, de alguna forma nos entendemos. Volviendo sin rubor sobre el relato de lo romántico, y mezclando con cierta audacia postmodernidad con visillos (Virginia Wolf, amiga mía, pobre del que te reduzca a una loca suicida), volvía esta noche a casa comiendo un sandwich, comprado a deshoras en el único sitio abierto. Paseando tranquilamente a través de las calles desiertas, escribí mil giros para esta entrada que ahora va cogiendo forma. Tendría que dormir en lugar de encender el ordenador, pero si para algo sirven las vacaciones, es para olvidarse de los horarios. Calle tras calle, mi pluma interior, ahora teclado, iba cogiendo velocidad, saltando de Rilke a Judith Butler como si los visillos estuviesen decorados con graffitis, y la música zapatilla del último sitio en el que estuve me hubiese devuelto en serio a un lugar donde mis emociones se hubieran calmado a la vez, como un acontecimiento histórico. De sincretismo nada, me pasó de verdad.

Y entendí ese rollo de la inspiración, esa cosa inefable imposible de explicar según estándares de aprendizaje de rocambolescas leyes educativas. (Sigan sigan, aprendemos muchísimo). ¿Debussy son visillos decorados con graffitis? Ni idea, pero mucho mejor que el conductismo para garantizar un buen ambiente en clase. Ya que se entienda lo inefable, es mucho pedirle a cualquiera, con leyes rocambolescas o sin ellas. Estoy en la mitad de las vacaciones, luego una parte de mi cerebro empieza a conectarse con lo que viene. La base del aprendizaje es la emoción, ¿verdad? (David Bueno, neurólogo) En lo que a mí respecta, emocionalmente estudio muchísimo, un montón, a veces hasta me paso, así que estoy aprendiendo a desconectar. Muchas personas están en el punto contrario, y lo que necesitan es conectarse con las emociones, porque el mundo es injusto hasta en esto, y hay que quererlo igual, para quedarse a ver qué pasa en el acto siguiente. Igual que en un escenario, lo tuyo es puro teatro, lo mío y lo de cualquiera, porque no es verdad ni mentira, amigo Sancho, sino ficciones a la carta. Como aquella de que tenemos almas que se tocan, y ansiamos por encima de todo sujetarlas para impedir que la empatía radical nos nuble el entendimiento. Tú que te liberas con las metáforas, piensa en los otros...

Así que esta noche bebo yo por ti, mientras tú duermes de cine. Y mañana me voy a las montañas, con tanta alegría como necesidad, para que estés cómodo con tu distancia, pensando que las cosas me van demasiado bien.




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