viernes, 13 de mayo de 2016

Sin más

 A menos de media hora para las cuatro de la tarde, pareciera que va a llegar la noche en cualquier momento. El cielo está blanco, acumulando lluvia para llorárnosla encima toda la tarde. Buscando maneras de sobreponerme a semejante cataclismo, recuerdo de repente el maravilloso programa de Radio Kras, Vericuetos. "Los caminos menos transitados de la música". Siempre con sorpresas, serán ellas las que me lleven de un estado emocional a otro. Y me explico.

 Cantan unas muchachas entre folclóricas y punkis. Melancolía con irreverencia. Es perfecto. Allá al fondo de las muchachas, las guitarras se ponen aún más melancólicas, pretendiendo ser furiosas. No cuelan. Me trasladan ahora a un parvulario, con xilófonos y dibujos animados manga de los 80, del parvulario a las tardes de la EGB. Mi propio parvulario, el del vaso de leche por las tardes y aquel recuerdo más que inquietante. No puedo escribirlo, ni siquiera recordarlo con nitidez. Vámonos de aquí. La irreverencia sube de tono, mientras alguna otra muchacha desafina al más puro estilo experimental. No entiendo lo que canta,  puede que sea un idioma inventado, para decir lo que no puede decirse de ningún otro modo. Sólo mi ignorancia es mayor que mi pasión por la música.

 La voz de Pedro me devuelve a la realidad cuando pronuncia el título de la próxima canción que va a sonar: "Un beso en el desierto",  donde el explorador se perdió, no sé cuándo me fui, ni si me fui. Sólo sé que encontré una noche clara, clara como el día.... sin prisas cuánto tiempo caminamos...en el camino huellas en la arena...

 "El desván del macho" es el nombre del grupo que va a sonar ahora. Soy todo orejas: están asesinando tus sueños. La televisión no lo filma. Cambio de canción de nuevo: los siguientes somos nosotros...dispara tu odio ahora, ahora que es evidente...que el siguiente somos nosotros...tenemos gran facilidad para llenar los cubos con problemas...

 Cambio de párrafo para escuchar a Eduardo Suárez: "El viento frío" De frío nada, desde luego. En esta media hora se ha ido parte del cansancio milenario que me acompañó las últimas semanas. Ese esfuerzo casi místico para sostener las mañanas de trabajo, a costa de derrumbarme por las tardes, de una forma u otra. Diferentes maneras de derrumbarse: que el cuerpo se niegue a pasear, que el simulacro de comunicación sea una montaña rusa de sms, que se añore algún estado pasado de una misma que a duras penas puede recordarse, emocionalmente hablando. Lo que suena ahora pellizca con cariño todo lo que dormía, relegado a lo onírico por decidir perderme. Tengo una llamada pendiente.

 Ritual part 1: ¿Dejar de escribir para sentarme al cajón?

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