lunes, 14 de diciembre de 2015

La mala priorización de los conflictos como causa de sufrimiento mental

   Ahora sí.

   Hace muchos años, una mala priorización de una época de conflicto me hizo pasarlo muy muy mal. Muchas veces, un delirio no es más que el desplazamiento de un conflicto real, y de su importancia, y su sustitución por otro (u otros) en el plano de lo simbólico. Es decir, que en lugar de enfrentar (nombrar, concederle su peso específico, ya es empezar a enfrentarlo) el conflicto principal, enfrentamos un conflicto menor en forma de dramática metáfora mental.

  Gracias a una buenísima amiga, María, sé que estaba haciendo de nuevo ese desplazamiento. En este caso no hacia el plano de lo metafórico, sino hacia otro lugar real, cercano, y en apariencia más ruidoso. Lo ruidoso parece más importante, y por lo tanto más dramático, más presente.

  Sin embargo, en el silencio de los vínculos vitales más profundos, los más apegados al cariño y a la trayectoria de una vida, puede esconderse una tristeza tan importante que no haya rabia posible que la canalice. Ni falta que hace. De lo que se trata es de estar, sabiendo que estar es muchísimo, y al mismo tiempo difícil. Porque la rabia, si acaso, debería volcarse contra un sistema organizado en torno al robo de tiempo que lo laboral perpetra sobre las necesidades más básicas: acompañar a quien tanto queremos.


domingo, 13 de diciembre de 2015

El conflicto mal gestionado como causa de sufrimiento mental

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jueves, 10 de diciembre de 2015

La mañana fue magnífica

   Al día de ayer le siguió una noche prácticamente en vela. Una velada en parte dolorosa, en parte catártica. La mañana fue magnífica, llena de luz y alegría. La rabia no cura, pero desatasca, desahoga. Se expresa, se hace consciente, y luego deja paso a nuevos puntos de vista. Menos opresores, menos oprimidos, algo parecido a la justicia.

  Cuando de alguna forma te has enderezado un poco la postura corporal, se nota bastante en la calma. Quedando todavía mucho camino por recorrer, solo sientes los malentendidos que pudieran provocarse. No sabemos nada de las reacciones ajenas, ni hay nada que podamos controlar en ellas, sobre todo si no tenemos intención de hacerlo. Tampoco podemos esperar nunca que los demás reaccionen como hubiéramos reaccionado nosotros en su situación. 1ª Lección de la rabia

  Las personas dolemos hasta el punto de querer olvidar cuánto, para poder seguir queriendo (nos). Dolemos por lo que decimos o por lo que no decimos. Dolemos por lo que hacemos o por lo que no hacemos. Dolemos porque somos, y porque no somos sin los demás. Quico Cadaval nos enseñó que Shakespeare nos enseñó que dentro de cada persona viven todas las personas. (Shakespeare para ignorantes, se llamaba el espectáculo didáctico-teatral). Y que una rosa no siempre es una rosa, añado yo. Dentro cada persona (en mí, en ti, en ellxs...) viven personas que no nos gustan, Malo cuando ninguna de las personas que nos habitan nos caen bien, por más pasajero que sea.

  A veces, la cercanía y la confianza nos hacen bajar la guardia, y empiezan a confiarse aquellxs de nosotrxs que nos caen peor, y poco a poco, sin que sepamos cuando empezó, se deteriora de alguna forma la cercanía y la confianza. Pasa en las mejores familias. Pasa en las relaciones de pareja, y pasa incluso, aunque menos frecuentemente, en las relaciones de amistad. Aquellxs de nosotros que nos caen peor ocupan un espacio que deja de ser seguro, y los espacios empiezan a connotarse, a cargarse de algo que, en el mejor de los casos, intentamos olvidar cuanto antes. Porque preferimos el cariño, y en parte está bien que así sea. Así que relegamos a la excepcionalidad la actuación, o sobreactuación, de aquellxs habitantes que más nos molestan. A la larga, los habitantes molestos, molestos a su vez por la poca atención que se les presta en el conjunto de la personalidad, comienzan a molestar más. Nuestros otros habitantes empáticos y simpáticos promueven la compasión, y la comprensión, el perdón, el olvido, y todos los dones de la gracia, dando incluso las gracias por tantas enseñanzas, que tales oportunidades nos brindan.

  Pero cuando la situación es insostenible, por frecuencia o intensidad, aparece la rabia. Para que no se convierta en odio hay que ponerle nombre, cuerpo, y actitud. Identificarla. Ritualizarla. Situarla en el espacio y en el tiempo, y mirarla de frente. La propia y la ajena, la nuestra, la vuestra, la que atesoramos en común. Porque la rabia es un tesoro que nos cuida, impidiéndonos odiar. La rabia es sabia, porque sabe lo que le duele.

 Por alguna razón, la rabia se ha negado culturalmente a las mujeres. Las mujeres han sido convertidas en La Mujer, un ser mitológico mitad flor y mitad madre. Según este mito milenariamente patriarcal,, La Mujer tiene una antagonista, que vive dentro de ella. (Así, a lo maniqueo, a lo cansino, a lo cine comercial y vómitos de telefilme barato de sobremesa). Dentro de cada mujer viviría, según el mito, una auténtica Bruja Malvada, capaz de provocar tanto repudio y terror como gracias provocaban las flores y caricias. La función del patriarcado es vigilar y castigar la rabia de las mujeres, además de su cuerpo. (y de su dinero, y de sus derechos laborales, y de su educación, y bla bla bla...)

  Al patriarcado lo podemos tener dentro, fuera, al lado o alrededor. (Kate Millet, rabiosa).
  Por eso no tiene precio una mañana magnífica.
  Que la rabia nos cuide y acompañe, y que aprendamos a organizarla.

  Pd: Para Cris: ¡Gracias!

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Rabia loca

   Estar loca y hablar de rabia es delicado. Unx puede imaginarse a una loca de película, desencajada y violenta. Pero la rabia es más prosaica que todo eso, más cotidiana, y tiene múltiples formas de manifestarse. Lo importante es tener claro de dónde viene y contra que (o quien) se despierta. Sin esa información, la rabia duele y no se entiende.

  No es cierto que se pueda estar en el activismo con independencia del vínculo. No en este activismo, porque sería una contradicción. Otra cosa es que se confunda el activismo con suplir carencias afectivas, o realizar fantasías de reconocimiento. En mi caso, a veces han ido paralelas (porque me ha dado vínculos afectivos, e incluso cierto reconocimiento) , pero creo que nunca lo he confundido. En este activismo hay más profesionales que personas diagnosticadas, y tiene cierta lógica, porque estas últimas tenemos problemas emocionales, miedos atávicos, pánico al conflicto, traumas que nos vuelven de cristal, y vivencias por momentos extrasensoriales del sufrimiento ajeno (por no decir del propio). Y rabia, mucha rabia en muchos casos. Porque las vidas de las personas que han sido agraciadas con diagnósticos suelen ser de todo menos caminos de rosas. Pero la sociedad ya se ha inventado el diagnóstico y el estigma (es decir, la privación de derechos), para que, mediante una extraña y rentable carambola dialéctico-psiquiátrica, sea ella, la sociedad, quien nos tenga miedo a nosotrxs, y no a la inversa.

  También se entiende que intentar empatizar con quien sufre demasiado da pavor. Yo lo intenté varias veces, y así estoy. Debe ser por eso que me llaman valiente, con susto. Empezando conmigo misma. Ahora tomo pastillas porque, según un buen amigo, llamado Ali Babá, necesito 40 cuidadores. Deben estar todos de permiso por vacaciones.

  El tiempo no cura nada, ni tampoco las pastillas. Cura el amor.
  Y el odio destruye.
  Yo no odio, por eso siento rabia.
  Sentir el odio de los demás no es algo que recomiende a nadie.
  Tampoco recomiendo la pena de los demás.
  Me conformaría con justicia, aunque fuera poética.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Fin de semana

  Hoy es sábado por la mañana. Me despierto tranquila y de buen humor, porque me siento querida

   Ayer estuve cenando con una grandísima amiga. Hablamos de cuidados, de bajones, de cómo actuar desde fuera cuando alguien está así. Hablamos del último número de la revista Feminista La Madeja, que llegó a mi casa justo cuando más lo necesitaba. En ese número, dedicado a los cuidados, hay un artículo mío. Pero sobre todo, hay páginas y páginas para reflexionar sobre qué son los cuidados: cuidados emocionales, cuidados en la vejez, autocuidado...

   Mientras lo leía, pensaba si esa sensación de tristeza casi absoluta, profunda y con mucho peso, no sería, a su manera, también una forma de autocuidado. Un mensaje que la mente lanza al cuerpo, o viceversa, sobre la necesidad de parar, de sentirse agotada, triste, y desbordada por situaciones que no se pueden controlar. No se puede controlar el sufrimiento (dolor, vejez, pérdida de autonomía...) de alguien a quien quieres muchísimo, no se puede controlar el descarrilamiento de una relación complicada, no se puede controlar el miedo a no poder con todo. No se puede controlar la llegada del invierno y todos sus fantasmas. Pero se puede intentar comprender, y dejar que se apodere de nosotros, esa necesidad en forma de tristeza y desconcierto. Suspensión de todas (o casi todas) las defensas. Enmienda a la totalidad del entusiasmo.

  "Estoy mal". Pronunciar esas palabras: ante tus amigos, en el entorno laboral, ante ti misma. Ser disidente rabiosa del pensamiento positivo, ese que te dice: "Tú sólo sonríe y sigue produciendo, y consumiendo"

  Así que volví al trabajo sólo por una razón: comprobar si un trabajo que me apasiona, con el que estoy muy comprometida, podría servir también para cuidarme. Y encontré entre mis alumnxs un cuidado de calidad inestimable: alegría, curiosidad, avances, y reconciliarme con el entusiasmo. Era eso, o pedir una baja para seguir parada, comprendiendo. Mucho mejor seguir comprendiendo en buena compañía, distraída con los misterios de la gramática, reconfortada por las paradas con mis compañerxs y la alegría de las clases, moderadamente preocupada por las correcciones (siempre generosas), y las faltas de ortografía.

 Todavía me quedan muchas horas de fin de semana.
 La tristeza sigue ahí, pero no está sola.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Antes se le llamaba tristeza

No poder con ella
Que la tristeza sea el sentimiento más repetido, el más fuerte
que cualquier música, sin excepción, nos ponga tristes
que vivir sea tirar del cuerpo (cuando se puede) sin mayor convencimiento

Supongo que eso es la depresión

Que el tiempo sea pegajoso y circular (otra vez sacar fuerzas, otra vez sacar fuerzas, otra vez sacar fuerzas...) Que no exista el sexo, ni el placer, ni la ilusión. Que lo hagamos todo, cualquier cosa, con el mismo nivel de energía (el mínimo, el de piloto automático) Que no recordemos cómo era antes. Que nos cueste hablar de cómo estamos, por miedo a que nos rechacen, más aún de lo que ya nos sentimos (aunque no sea cierto, y es desagradable saber que no es cierto y, aún así, sentirlo) Que elijamos la soledad porque es la opción menos cansada, solo por eso.

Supongo que eso es la depresión

A veces todo esto dura semanas, otras veces dura meses. Sabemos de personas para las cuales han sido años. Que nos neguemos a pensar que nos vamos a quedar así, aunque sepamos que volver no va a ser rápido, ni fácil, ni siquiera garantizado. (Supongo que eso es lo más parecido a la esperanza)

jueves, 12 de noviembre de 2015

Somos personas

Por encima de todo, somos personas.

Las personas en general, y yo misma en particular, intentamos ser felices. Navegar la existencia que nos haya tocado aprendiendo, cuidando, trabajando, estableciendo vínculos, soñando, equivocándonos, cayéndonos y levantándonos. 

Con dignidad, con toda la dignidad que podemos. 

No siempre es fácil. Hay lugares de sospecha permanente donde se empeñan en colocarnos desde fuera a las personas que, además de ser personas , tenemos un diagnóstico psiquiátrico. Pocos lugares más ingratos para habitar que este de la sospecha permanente. Este de la invisibilización y el ocultamiento. Mejor ocultar tu diagnóstico, como si fuera algo de lo que avergonzarse. Como si haberlo pasado mal, haber sido vulnerables a determinados sufrimientos psíquicos, no fuera, en realidad, de las experiencias que más nos hermanan como seres humanos. No conocemos a nadie que no haya sufrido, que no haya experimentado pérdidas, duelos, injusticias, abusos, miedos...a nadie. Ni siquiera a las personas más privilegiadas, sea este privilegio por razones sociales, económicas, culturales, etc. 

Entonces, ¿por qué esta angustia ante el reconocimento público?
¿Por qué vivir en este armario insoportable?

La exposición pública en medios de comunicación me deja exhausta. Me ha generado miedo. por momentos incluso arrepentimiento. Desde hace unos meses trabajo como docente. Es un trabajo que me encanta, me centra, me ilusiona, y que también me cansa, me absorbe, me exige. Me genera inseguridades por la inexperiencia. Y me devuelve al armario, lo cual es absurdo en la era de Internet. Es todo demasiado absurdo, y bastante angustiante. Es hasta opresivo. Y sobre todo, es muy injusto. Muchas personas dirían que se trata del estigma. Hace tiempo que vengo pensando, y diciendo públicamente en redes sociales, que mientras se habla del estigma no se habla de derechos. El derecho a que no sospechen de ti. El derecho a ser social y laboralmente visible como persona que, entre otros muchos aspectos de su forma de ser, formación y capacidades, ha tenido experiencias psíquicas de sufrimiento, confusión, miedo, pérdida de referencias. El derecho a que no te consideren una enferma crónica. El derecho a que no duden de tu capacidad profesional por ese motivo. El derecho a que no te rechacen, te tengan miedo o te vigilen de cerca. 

Mi amiga Sara envía por guasap, mientras escribo esto, una foto de una pancarta en Brasil:                                           "Despatologiza. Movimento pela despatologizaçao da vida" 

¿Por qué habré dicho mi diagnóstico en público? Porque así me marcaron desde fuera. Así quisieron patologizar el resto de mi existencia. Así hicieron conmigo y con millones de personas en todo el mundo. Así nos pusieron bajo sospecha y empezaron a señalarlo todas y cada una de las veces que, solo una pequeñísima minoría estadística, exactamente igual que entre la población general, cometía algún crimen. Y dejaban caer, de forma más o menos explícita, que había una relación "científica" entre diagnóstico y comportamiento. Se olvidaron del resto de comportamientos, de la inmensa mayoría de las personas que compartimos diagnóstico. Así se construye el miedo. Así se construye el armario. Así se construye el estigma, el autoestigma, la sospecha, el ninguneamiento y la exclusión social. Así se rompen vidas, sueños, esperanzas, autoestimas y proyectos de vida. 

 Entonces, si tengo miedo...¿por qué escribo?
 escribo para dejar de tenerlo
 escribo para querer y quererme más y mejor
 escribo para estar orgullosa de ser una persona, igual que cualquier otra.
 escribo para reivindicar mi derecho a no estar bajo sopecha
 escribo porque creo cada vez más que muchísimas personas estamos construyendo otra idea sobre lo que significa ser personas con un diagnóstico psiquiátrico
                   
                                ..... y sobre todo, escribo porque no estamos solas....


PD: "El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas", Ángela Davis
        Pues eso

  

sábado, 6 de junio de 2015

Nueva Psiquiatría, o cuando el "cambio de paradigma" se confunde con el transhumanismo desorientado

Nos ha salido un nuevo paradigma, oigan. Así de repente. Ni Khun, ni Teoría Crítica ni ná de ná,

     (Eso son cosas de los psicólogos sociales y antipsiquiatras del pasado, empeñados en que si causas sociales, que si denuncia de la desigualdad que provoca sufrimiento psíquico, que si empoderamiento y derechos civiles para las personas diagnosticadas....bah, naderías comparadas con la Verdadera Hipótesis de la Hiperia)

  El pack a la venta, reconozcámoslo, es bueno si no se mira muy por lo menudo. Es mejor aún si eres un familiar desesperado por tanta pastilla y no te atreves a enviar a empoderar a tu hijo a un grupo de apoyo mutuo, que en estos tiempos, ya se sabe, hay demasiada igualdad, y ahora lxs locxs también queremos ser iguales entre nosotrx, y con respecto a los demás. (Nada, nada, donde esté la bata blanca....) Pero esto es aún mejor, porque la igualdad está totalmente superada, yo me voy a tomar un gin tonic para celebrarlo, y ahora lo que se nos ofrece es la Superioridad Hipérica. Resulta que genéticamente (todo en modo fantasía, digo hipotético, pero tú promete que algo queda) descendemos directamente de los delirios poéticos de Santa Teresa y cía, en línea directa con la divinidad, especialmente elegidxs para conectarnos con fuerzas superiores. Esto, cuando una persona está brotada, pone mucho. La autorreferencialidad es pródiga en fantasías magalomaníacas, siempre como sustituto de la insoportable invisibilidad en esa realidad compartida con, de nuevo reconozcámoslo, un mundo hostil para las personas fuera de sitio en el mundo de la Razón (la misma que, a finales del siglo XVIII, decapitó a Olimpia de Gougues por emocionarse demasiado con la igualdad, ay, la igualdad...)

  Ahora bien, aprovecharse de esa sed de transcendencia de las personas perdidas es de todo menos bonito. Fundar una Fundación con ese fin, por mucha bata blanca que se ostente, es más que sospechoso. Denominarse Movimiento de no se qué, es una falta de respeto a la lucha de las personas diagnosticadas. Y autoerigirse en máximo liberador de diagnósticos a costa de ponerte uno nuevo, el de Hipéricx, no es que sea feo, es que es incoherente con los principios más básicos de la semántica.

 Hace un tiempo, yo misma me interesé por este señor que funda Fundaciones: el barniz levemente político de su reivindicación de las ideas antipsiquiátricas de los años 70 me hizo ponerme en contacto con él, hacerle llegar la dirección de este blog y mantener una breve conversación vía email. En este breve intercambio de correos, se limitó a decirme que lo mío era literatura, lo suyo Ciencia. Así que su barniz político era eso, mero barniz, y de fácil descascarillamiento además.

Bienvenidxs a la ciencia....
Bienvenidxs a la fundación de la nueva era psiquiátrica....
Bienvenidxs los pobres de espíritu, porque ellos encontrarán la superioridad hipérica...

Las personas activistas podemos descansar, que esto de reivindicar derechos, denunciar electroschock y contenciones mecánicas, es muy cansado y ya no es necesario ni trascendente. Si lo fuera o fuese, la Fundación estaría en primera línea, como lo está en todo. Y como en estas lides el Movimiento ese ni está ni se le espera, será que los que no creemos en la superioridad de nadie sobre nadie no entendemos de Ciencia. (Santa Teresa Santa Teresa, que me quede como estoy, especial y superior).

Por extrañas razones que nadie entiende, el tema de la superioridad me pone muy nerviosa.

viernes, 3 de abril de 2015

Esquizofrenia que estás en los cielos

Esquizofrenia que estás en los celos
perdón en los cielos
y en los chistes internos de toda la tribu
dedícame esta noche un verso travieso
que te echo demonio (quería decir de menos)

Esquizofrenia de todos los tontos
que dibujan neuronas
con sonrisa nerviosa
de semana santa en congresos de grises

Ay, esquizofrenia, líbrame del "malamén"
(amen, amen, que el resto es tontería)
enséñame a ver claro sin mirar a quién

No me esperes despierta, llego tarde y borracha
ni me desesperes, que te quiero bien
Negra sombra que me asombras
serás de colores con la luz del día
anda que no hemos viajado
anda que









domingo, 22 de marzo de 2015

En movimiento

En este movimiento, podríamos estar todas las personas del mundo. Pero nos han acostumbrado a dividir el mundo en dos tipos de personas: las que van al psiquiatra y las que no. A las segundas se les denomina "sanas" o "normales". A las primeras, se les denomina "enfermas mentales".

 Yo estoy en el lugar de las que ya no vamos al psiquiatra, por lo que, en cierta forma, tengo visión de pájaro, perspectiva. Es un lugar extraño, tal y como la psiquiatría entiende el diagnóstico que me ha puesto. Cuando me muevo, lo hago por todas las personas, porque cualquier sufrimiento humano provoca también sufrimiento psíquico. Cualquier mejora en la dignidad y condiciones de vida de cualquiera, es una mejora de su sufrimiento psíquico.

Así que no es, en principio, un movimiento identitario, porque todas las personas que lo formamos, hemos atravesado, y seguimos atravesando,  diferentes identidades en relación a esto. Diferentes intensidades, diferentes etapas, diferentes grados de esperanza, o de su contrario. Es un movimiento que lo atraviesa todo: la clase, el género, el lugar de origen, la identidad sexual.... en todas partes se sufre. En todas partes, la dignidad y la justicia nunca son suficientes.

Pero la gestión clínica, social, farmacológica y económica de tanto sufrimiento la tienen unxs pocxs, Y por eso no sueltan el binomio "sano/enfermo". Si estás "enfermo", estás en sus manos, eres su objeto, de investigación, de psicoeducación, de contención, de privación de derechos civiles, de estigmatización....

No se trata de estar en uno u otro lado, los lados son cambiantes, ambos lados atraviesan la vida de cualquier persona, en diferentes momentos, la vulnerabilidad nos toca a todas las personas: el miedo, el dolor, los pensamientos paralizantes, las angustias, los extrañamientos.... Se trata de caminar hacia una sociedad que acompañe esa vulnerabilidad, que la comprenda, que la haga suya, que la cuide, que no la esconda bajo la alfombra, la consulta del psiquiatra, las pastillas, o la institucionalización.

Este es el movimiento en el que estoy, estos son los zapatos con los que camino.

sábado, 21 de marzo de 2015

Esquizoporqué?

Vengo aceptando, con creciente naturalidad, que, en la realidad compartida por la mayoría (concediendo que tal cosa exista), estoy sólo a veces, y de paso. O sería mejor decir que estoy según para qué. La mayor parte del tiempo estoy, por ejemplo, más en lo cualitativo que en lo cuantitativo. Más en lo emocional que en lo racional. Más en lo subjetivo que en lo objetivo. Más en la física cuántica que en la newtoniana. Más en la locura que en la normalidad, por resumir un poco.
Bueno, nada, que seguimos haciendo cosas, a nuestra bola, y esto no para de crecer. A ver si los normales vamos a ser nosotrxs, (por terminar de alguna forma).

lunes, 9 de marzo de 2015

Próximas charlas

En dos días me voy de viaje.

Este miércoles 11 de marzo por la tarde estaré en Madrid, en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Me invita el colectivo Aula Social. Mi participación será en una mesa de experiencias de personas psiquaitrizadas, dentro de las siguientes jornadas:
                     
                          "Desde las jaulas. La cárcel y sus múltiples caras"

Unos días después, el sábado 14 de marzo, daré otra charla en Sevilla, titulada "Desmedicalizando la esquizofrenia: rutas desde el feminismo". Esta vez la invitación proviene de un colectivo feminista. En cuanto tenga el cartel con todos los datos reedito la entrada y lo incluyo.

Espero que podamos encontrarnos...

domingo, 1 de marzo de 2015

Esquizonamiento

No es la primera vez que planteo que eso que llaman "esquizofrenia" no es un problema médico, sino filosófico. Es filosófico porque tiene que ver con la relación entre nuestros pensamientos y el mundo, y cómo estos conforman a aquel, y viceversa y viceversa, y viceversa, cómo el mundo entra en nosotrxs, filtrado por dudas, inseguridades extremas o certezas delirantes. Cómo nos mostramos al mundo a partir de estas experiencias de pensamiento, cómo actuamos en base a ellas, y cómo el mundo nos devuelve, a menudo, una imagen de espejo deformado por prejuicios, incomprensión, paranoias biologicistas y poca convicción acerca de la igualdad, el respeto a la diferencia, y la justicia social.

 En cuanto a esos más que discutibles componentes biológicos, o bioquímicos, de tales pensamientos, quizá la actitud no sea tanto negar correlaciones, sino enfrentar en serio, filosóficamente, epistemológicamente, la naturaleza de esas relaciones. Si nos quedamos con el reduccionismo de la fórmula: Desequilibrio bioquímico como causa, y delirio como consecuencia, reduciremos esa correlación a una relación de causa efecto, unidireccional y, lo que es peor desde el punto de vista epistemológico, no comprobada empíricamente. Lo que se llama un fraude, desde el punto de vista estrictamente científico. Si ampliamos la mirada, actividad siempre recomendable en todos los ámbitos de la vida, podemos dar un paso más allá, y situarnos por ejemplo en una hipótesis de interrelación entre ambos mundos, el bioquímico por un lado (nunca material del todo) y el existencial, o cultural, o psicológico, por otro. En esta hipótesis, lo bioquímico y lo existencial están continuamente hablando, y lo importante no es quien habla primero en cada conversación que inician, (porque estoy convencida de que, al igual que sucede con las conversaciones reales, unas veces las empieza unx, y otras veces otrx, y nadie se va a casa pensando en quien empezó cada conversación, sino en lo que sucedió en ella. Bastante a menudo hablamos todxs a la vez) Lo importante es lo que se dice, el contenido de la conversación.

Con todo lo limitada que puede ser nuestra capacidad para el lenguaje, y consciente de que, en estos trances (a veces, literalmente), la capacidad para el lenguaje hablado (pactado como convencional y central) puede ser aún más limitada, aún así, no estoy de acuerdo con explicaciones psicoanalíticas que ponen esa limitación en el centro para describir a una persona que está atravesando una psicosis. No estoy de acuerdo porque esta explicación es elitista, capacitista, en cuanto a las diferentes lenguas que hablamos todas y cada una de las personas. Y no me refiero solo a idiomas, Esta explicación no recoge el lenguaje corporal, o el lenguaje interior, el lenguaje emocional, o el lenguaje específico de la experiencia delirante (visto desde ese punto de vista capacitista como inconexo, o incoherente) Cualquier terapia, del tipo que sea, está interaccionando con esos lenguajes, está manteniendo una conversación con ellos. Si el "sujeto terapéutico" no reconoce al otro como interlocutor, mal vamos. Una cosa es que no lo entienda, otra muy diferente, que le niegue el lenguaje solo porque le resulte incomprensible desde sus parámetros. Quizá, en este caso, el sujeto terapéutico debería apuntarse a una escuela de lenguajes no capacitistas. (Cuestión difícil, por otra parte, debido a las leyes de la oferta y la demanda)

Tampoco estoy de acuerdo con las clases de "buenos modales positivos" de la terapia cognitivo conductual, una especie de curso acelerado de habilidades sociales done lo importante no es tanto estar bien, como parecerlo. Donde lo importante no es escuchar nuestra propia voz, sino sonar como los otros quieren que sonemos, para mayor tranquilidad de la parroquia (que al fin y al cabo, nos conocemos todos, y eso de delirar da muy mala imagen)

A este esquizonamiento le faltan muchas ramificaciones, para las que ahora no tengo tiempo. Pero no estaría de más ir pensando en ese diálogo entre lo bioquímico y lo existencial (incluyendo interferencias múltiples en la conversación, como por ejemplo las voces de lxs diferentes "sujetxs terapéuticos"), así como en las posibilidades de acuerdos, desacuerdos, consenso, y poesía.

jueves, 12 de febrero de 2015

Desenterrar las palabras, de Clara Valverde

                                    "Lo que no se pudo hablar por el miedo, la represión o el
                              desbordamiento psíquico, fue transmitido de nuestros abuelos a
                              nuestros padres y a nosotros de forma no verbal y en gran parte
                               a través del inconsciente. Hemos heredado, sin darnos cuenta
                               y sin desearlo, aspectos nocivos del impacto emocional de lo
                                       que vivieron nuestros abuelos. Esta es la llamada
                                                       «transmisión generacional»"

En este libro de Clara Valverde, evocadoramente titulado: "Desenterrar las palabras", la autora aborda el trauma de transmisión generacional que supuso, y que todavía supone, la violencia de la Guerra Civil Española, (las heridas sin cerrar, sin hablarlas siquiera, en muchos casos), y cómo impacta, todavía hoy, en la generación actual.

                                         "Ni las valientes asociaciones que trabajan 
                             en la exhumación de las fosas comunes (casi todas aún si abrir), 
                                             ni los profesionales de la salud mental
                                   ni los que luchan por una sociedad más democrática, 
               son conscientes del enorme impacto de la transmisión de la violencia del siglo XX 
                                          en nuestra generación y en las próximas".

Me pregunto si esta idea de la transmisión generacional no se dará de forma similar en otro tipo de traumas....(suicidios, abusos sexuales, etc). La negrita del párrafo anterior es mía, para que a nadie se le pase por alto.

domingo, 8 de febrero de 2015

Locofobia

Las personas con diagnósticos podemos tener dificultades para comunicarnos, y estas dificultades pueden ser tan variadas, y alcanzar tantos grados, como las que experimentan las personas sin diagnósticos. En mi caso particular, las dificultades para comunicarme nunca me han quitado el sueño. Suelo tener más dificultades para llegar a fin de mes, por ejemplo. O para organizarme bien cuando tengo un proyecto gordo entre manos (como mi tesis, con la que me peleo desde hace tiempo) Pero no consideraría las dificultades para comunicarme un obstáculo relevante, y hasta habrá quien diga que no se me da mal comunicarme.

Sin embargo, (por suerte no muy a menudo) a veces pasa, que estos asuntos me quitan el sueño. Asuntos que tienen que ver con el cariño y sus caminos, a veces tortuosos, que incluyen comunicaciones fracasadas. ("Te juro, corazón, que no es falta de amor, pero es mejor así", enorme como siempre Chavela Vargas) Tiene que ver con que el flamenco se entienda y duela como nunca, porque el flamenco, por encima de otras consideraciones musicales, habla sobre todo del dolor y del cariño (a veces junto, a veces por separado)- Sin ser una estadística demasiado fiable, quien conoce cariños dolorosos, suele apreciar el cante.

 Si en esa comunicación fracasada entra el diagnóstico como "argumento" para juzgar duramente manifestaciones emocionales que no coinciden con las propias, que no se entienden, o que no interesan, entonces entramos en un terreno muy pantanoso. Y ese pantano termina por ser lo que engulle todo. Y termina por ser la clave del fracaso de esa comunicación. Es un pantano muy doloroso para quien porta el diagnóstico (y lo ha puesto sobre la mesa, desde el principio, con naturalidad y dignidad). Hace poco, leí una entrada en Primera Vocal, llamada "Pareja y locura" (A la que os remito en el enlace anterior). Viene muy a cuento, y no estaría mal que todxs la leyésemos, independientemente de que la relación sea de pareja o de amistad. Esta entrada comienza con una cita de T. Adorno: “Serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de ella para afirmar su fuerza”

A afirmar la fuerza sobre la debilidad de una persona que expone su diagnótico yo le llamo locofobia, y puede tener muchas caras, por ejemplo:
- Comparar cualquier actitud o característica tuya con la de otras personas con diagnóstico
- Estar buscando lo que tienes de raro (y sorprenderse de no encontrarlo)
- Tratar a la persona con diagnóstico de chantajista cuando pide ayuda
- Tratar a la persona con diagnóstico de chantajista cuando simplemente expresa con sinceridad lo que siente.
- Degradar a la categoría de peligrosa a la persona con diagnóstico, sin que haya habido nunca pruebas de tal cosa, tomando actitudes puntuales, comprensibles en su contexto (por ejemplo, necesidad de arreglar la frustración comunicativa, en un momento especialmente ansioso), y llevarlas desde ese contexto a aquel otro de las películas más estigmatizantes sobre "locxs acosadorxs" (muy hábiles todas ellas para generar y perpetuar tal estigma en el imaginario colectivo). Esta última, muy al estilo de Gallardón y cía, provoca un dolor especial, por lo injusto, por lo criminalizador, por lo mezquino.
- Sospechar de la persona con diagnóstico, de forma sistemática

Personalmente no es la primera vez que alguien me vomita encima su locofobia, en alguna de las versiones anteriores. La primera vez, hace muchos años, puro cotilleo, puro estigma. La segunda, hace algo menos, al salir del armario con alguien, y solo porque esa persona había tenido una mala experiencia con alguien con un diagnóstico similar al mío, a pesar de no haber tenido nunca ninguna mala experiencia conmigo (y aunque debo decir de esta última que está reconocida y reparada a posteriori, al haber compartido espacio durante un tiempo, no fue muy agradable ver cómo se iba de cada habitación común en la que yo entraba, durante un par de meses). Todas hicieron daño, pero la última la que más. Con el tiempo, el daño se relativiza, se aparta, pero si vuelve a pasar, vuelven a doler, todas juntas, otra vez.. Contra la locofobia solo cabe anteponer la loca dignidad, huir de esa relación, y recordar aquel otro párrafo del texto de Primera Vocal:

   "Si en algún momento experimentas esto de lo que estamos hablando más allá de un reproche puntual o de alguna escaramuza propia de la cotidianidad, huye. No estás siendo amado. Es así de sencillo y así de complicado. Dolerá, pero lo que viene después si te quedas te va a doler muchísimo más. Busca otra gente con la que compartir experiencias, no eres la primera persona a la que le va a pasar y tampoco serás la última.Si la persona a la que amas nunca usa ese resorte, sabrás por qué pienso que en el amor merece la pena correr riesgos"

Por suerte, también conozco el amor.
Por suerte, hace años que vengo descubriendo una forma de amor, muy poderoso, que se genera entre personas que compartimos experiencias de injusticia similares. Una forma de amor que pone en el centro de la relación el apoyo mutuo, la comprensión del sufrimiento del otro, que pone en común estrategias para sobrellevar el sufrimiento, para desdramatizarlo, y para generar vínculos y esperanzas entre personas que han sido desahuciadas de ellos (curiosamente, por otras sin diagnóstico, y a menudo diagnosticadoras).

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jueves, 29 de enero de 2015

Melancolía

   Estoy paralizada. Metida en mil cosas desde hace tiempo,  ahora mismo no puedo centrarme en ninguna, tengo problemas de concentración, y siento que todo el espacio mental que me funciona está centrado en asuntos emocionales. 

  No me gusta estar así, y al mismo tiempo, siento que si lo estoy es por algo, que tiene un sentido. Sólo falta encontrarlo. Lo emocional me puede por encima de cualquier otro aspecto de mi persona, y dentro de lo emocional, la tristeza. Es una tristeza muy comunicativa, por otra parte, no es una tristeza que me aísle, o sobre la que no pueda dar cuenta. Es más, necesito dar cuenta de ella, bucearla, organizarla de alguna forma, poner en orden sus causas, o al menos, dejar que se expresen. La tristeza no se lleva mucho últimamente, y su incompatibilidad con lo productivo la vuelve sospechosa, por lo que a menudo se confunde, interesadamente, con la vagancia o la irresponsabilidad. 

  No hay espacio social para estar tristes, como no sea la consulta de un psiquiatra o psicólogo, y como no sea que, en cualquiera de estos dos espacios, el tratamiento de la misma irá dirigido a hacerla desaparecer, por la vía química o cognitivo conductual. Como yo no frecuento estos espacios, mi tristeza sigue siendo mía, y la trato a mi manera. Como no soy imprescindible en ningún lugar, puedo desaparecer un tiempo de todos, al menos como colaboradora activa. Y quedarme quieta, sintiendo mi tristeza, hablando con ella, o más bien escuchándola. Hablando de ella. Aunque no haya mucha gente con la que poder hacerlo, la que hay bien merece la pena. 

 Antes por exceso de ocupaciones y responsabilidades, y ahora por esta melancolía, no he estado muy atenta a los comentarios de mis últimas entradas, tampoco he actualizado demasiado el blog. Os pido disculpas, y os mando un fuerte abrazo a todas las personas que últimamente os habéis puesto en contacto conmigo por aquí, también a las que habéis llegado nuevas. En cuanto pueda responderé a los comentarios que tengo pendientes (por los que os doy las gracias), y seguiré escribiendo. Suele pasarme que, si respeto mi tristeza, cumple su ciclo y termina por dejarme en paz. Funciona como una necesidad de descanso, de volverme hacia adentro, que trae como premio más energía para seguir ahí afuera. Suele ser cuestión de días, o de semanas. Hasta pronto.