martes, 18 de marzo de 2014

SANGRE FUCSIA

Sangre Fucsia es el nombre de un perfil de redes sociales, vinculado a Feminismos Sol. Esta semana nos han hecho un regalo, a las mujeres psiquiatrizadxs, y a todo el mundo, en realidad. Un programa de radio curradísimo, riguroso, muy bien producido y desarrollado, con un tema central: Feminismo y Salud Mental.

Sin complejos, sin casarse con nadie (no esperábamos otra cosa ;)), con honestidad, con una buenísima selección de textos, música, fragmentos de películas, diarios, blogs (incluido este, agradecidísima por cierto  por la sorpresa de "escucharme" por la radio, sin esperármelo). En fin, que sobran las palabras...mejor escucharlas YA!!

 Feminismo y Salud Mental 

Espero comentarios, por favor.

lunes, 17 de marzo de 2014

Diagnóstico y actividad intelectual/laboral.

El activismo en salud mental tiene muchas caras, y las voy descubriendo a medida que pasan los años.

Quizá lo mejor de toda esta aventura es aprender a comprender a las personas, pero sobre todo, creer en ellas, aún cuando a veces ellas no creen en si mismas, o no del todo. Los discursos psiquiátricos le han metido a muchas personas en la cabeza una cantidad indecente de límites que funcionan como una profecía autocumplida. Hay un tipo de límites que me molesta especialmente: los intelectuales. En nombre de proteger al "paciente" del estrés que pudiera "desencadenar una crisis", se les aboca a actividades de poca o nula exigencia intelectual, aún cuando la persona tenga un nivel formativo (previo al diagnóstico) alto o muy alto. En el fondo, da igual el nivel educativo previo, existen programas para incorporarse a la universidad a cualquier edad, y cualquier persona puede tener esa inquietud en algún momento de su vida, independientemente de su formación previa. En concreto, hace poco hablaba con un amigo, licenciado en filología, y al que el diagnóstico le pilló haciendo el doctorado. Me contaba que la psiquiatra le había dicho que si quería seguir estudiando, se orientase mejor hacia algo práctico, de menor exigencia intelectual, por aquello de "no estresarse", pero sobre todo, me contaba que esa psiquiatra le había transmitido desesperanza, lo que popularmente se llama "no dar un duro por ti".

  Como he contado alguna vez por aquí, estudiar me sienta estupendamente, y no se me da mal. Que sobrevenga una "crisis" mientras se está estudiando puede implicar moderar el ritmo durante un tiempo, o incluso perder un curso escolar, pero nada más, y no de forma diferente a romperte una pierna a final de curso, y que el resultado sea el mismo. Pero de ahí a responsabilizar a la actividad académica de la crisis va un trecho.(Además, y ya poniéndome picajosa, no casa con el paradigma biologicista: si es tu cerebro, ¿cómo van a ser los estudios?) ¿Habrá algún oscuro interés social, económico o político, para que las personas con diagnósticos psiquiátricos no ocupen determinadas profesiones, determinados cargos? ¿Resultará más práctico, y mucho más rentable, que estén disponibles como reserva de trabajadores no cualificados, listos para encargarse de tareas de poca o nula cualificación profesional, equiparable al salario?

 Evidentemente no a todo el mundo le gusta estudiar, y resulta tan digno ser jardinera como ser profesora, pero no deja de ser mosqueante que la proporción de personas con diagnósticos dedicadas a la jardinería, el catering o la limpieza sea abrumadoramente alta, y favorecida además por ser estas las actividades que suelen ofrecerse en las bolsas de "empleo protegido". Que no me digan a mi que no es un fenómeno estructural, y que no recuerda poderosamente al fenómeno, también estructural, de feminización de la pobreza. Tampoco me suena, ya que estamos, haber oído hablar de servicios de orientación laboral gestionados por personas con diagnósticos. Sé que entre las personas diagnosticadas hay licenciadxs en todo lo que nos podemos imaginar, pero de alguna forma, todo el mundo siente, una vez que ha sido "agraciado" con el pack  diagnóstico+pastillas, que su vida ahora es otra, en todos los sentidos, que vale menos, que ya no podrá trabajar, que no está recicladx, que no debe estresarse.... Y los que logran sobreponerse a estas profecías autocumplidas, e incorporarse, o seguir incorporados, al mundo laboral ordinario,  lo hacen a costa de ocultar su diagnóstico en ese ámbito, prevención totalmente comprensible, pero que por otra parte invisibiliza su presencia en estos ámbitos laborales "no protegidos".

 Por otro lado, este panorama socio-laboral contrasta con el mantra de ciertas campañas "anti-estigma":
                           "El enfermo puede llevar una vida normal tomando la medicación".

¡¡Genial!! Entonces, ¿Es "normal" dejar tus estudios? ¿Es "normal" meterte a jardinero o ayudante de catering cuando tu profesión es ser matemáticx? ¿Es "normal" que la misma persona que te pone el diagnóstico y te receta las pastillas te disuada de tu vocación académica o laboral de un plumazo? ¿Hay una "normalidad" especialmente reservada para personas con diagnósticos que no se parece en nada a la "normalidad normal" del resto?

  A finales del mes pasado, en Madrid, tuvieron lugar las Jornadas de Contrapsicología y Antipsiquiatría, en las que tuve el honor y el placer de ser invitada a charlar por L-Mental, el colectivo organizador. En ellas, Laura Martin, de La Revolución Delirante, comentaba que, si antes los muros que nos encerraban eran físicos, los muros del manicomio, actualmente son simbólicos: el diagnóstico. Porque, evidentemente, el diagnóstico no es una entidad física, sino ligüística, es solo una forma de nombrar, un acto performativo (porque te nombro con un diagnóstico, existes como diagnosticadx) Y sin embargo...¡¡cuanto poder!!, ¿no?

 Entonces, una batalla posible es renombrarnos, a nosotrxs mismxs, con nuestras propias palabras. Renombrar lo que sentimos, lo que hacemos, lo que queremos hacer, lo que nos resulta fácil y lo que nos cuesta, pero sin perder de vista que, al nombrarnos como muros, nos encerramos en ellos.