domingo, 24 de agosto de 2014

De psicosis y psicosis

    Por suerte, mi psicosis me deja en paz desde hace muchos años, tantos que hasta me cuesta recordar como era, a veces. Por suerte...o porque he trabajado mucho para que así fuese, no lo sé. Es difícil hablar con certeza absoluta de los entresijos de la mente, de sus extremos. Si fuera certeza absoluta, sería un delirio (psiquiátrico, empírico, da igual, delirios los hay de todas clases, y en las mejores familias)

  He leído, o escuchado, varias veces, que la psicosis provocada por consumo de drogas es la que tiene mejor pronóstico. Pero no he leído sobre la causa de por qué es así. No sabemos por qué a unas personas el consumo de ciertas drogas les causa psicosis, y a otras no.

 Pero se me ocurre una hipótesis de por qué es la que tiene mejor pronóstico, y es una cuestión cultural, que va más allá del propio efecto de la droga en si. Las personas que consumen drogas, especialmente drogas enteógenas o alucinatorias, lo hacen voluntariamente, y saben que la psicosis (un "mal viaje") es parte de la lotería de esa decisión. Para afrontar ese supuesto, la cultura de los consumidores de estas sustancias es prolija en información, consejos, fórmulas, etc, para aliviar, o ayudar a transitar esta posibilidad, o a quitarle importancia para minimizar el sufrimiento. Sin ir tan lejos, pensemos en un consumo mucho más habitual y frecuente, socialmente aceptado: el consumo de alcohol. De forma general, consumir alcohol puede tener efectos no deseados: pérdida de memoria, "alteración" de la conducta habitual (hay personas que se ponen más cariñosas, o más habladoras, o que se sinceran, o que se desinhiben de forma diferente, o vomitan). Pensemos, por ejemplo, en un piso de estudiantes, o en una habitación de hotel en vacaciones, ocupada por un grupo de amigxs. Pensemos en todo el apoyo, desdramatización, bromas, acompañamiento...etc, que se puede generar en torno al ritual (o rutina) cultural de beber alcohol. Ahora, imaginemos que sólo una persona del grupo bebe, que ninguna de las demás lo ha hecho nunca, ni tiene pensado hacerlo, o incluso no lo ve con buenos ojos. ¿Sería similar la reacción? ¿Estaríamos hablando de claves culturales compartidas?

Bien, ahora pensemos en la psicosis provocada por tóxicos, en una sociedad que no ve con buenos ojos que se consuman determinadas sustancias. Hay pocas claves culturales compartidas. Y sin embargo, la persona que decide adentrarse en ese mundo "prohibido", sabe que hay riesgos, que habrá alteraciones de conciencia, y que pueden ser negativas, psicóticas. Es más, busca esas alteraciones (no las psicóticas, probablemente, pero si todas las demás) De alguna forma, esa persona va prevenida, cuenta con ello, de alguna forma. Eso no le librará, probablemente, de que la psicosis pueda arrastrarla con fuerza, pero sí podemos hablar de una base fuerte para recolocar la experiencia en su sitio, una vez remitida. Para considerarla parte de esos riesgos que ha decidido correr, y por tanto asumirla, tomar conciencia de su responsabilidad en el suceso mental, incluso darle significado, como metáfora.

En cambio, la psicosis producida por traumas resulta mucho más compleja. El mecanismo psíquico podría ser similar al que se pone en marcha con las sustancias enteógenas, pero las motivaciones profundas, las causas últimas, los desencadenantes, están cerrados bajo siete llaves. No hay una "visita voluntaria" a territorios psíquicos inciertos, no hay asunción (más o menos) razonada de riesgos, ni claves culturales que la acojan, ni compañeros expertos que aconsejen (bueno, podríamos decir que empieza a haberlos, afortunadamente, en los grupos de apoyo mutuo, entre iguales). Lo que hay es una ficción (que no mentira, no me canso de repetirlo) autogenerada, subconsciente, cumpliendo un papel, desviando y transformando recuerdos demasiado dolorosos en otra cosa: en voces, delirios, psicosis...etc, transformando a su vez los argumentos, los personajes, desviando la atención, el dolor, hacia territorios exteriores, aunque sucedan completamente dentro, proyectando, quería decir. Agrede el futuro, para que no agreda el pasado. Agreden las personas presentes, para que no lo haga el recuerdo de las ausentes. Persiguen los servicios de inteligencia, o los ovnis, en lugar de, por ejemplo, un adulto violador, muy concreto y muy cercano.. Es la proyección de un miedo y un dolor descomunal, con sus ramificaciones de culpa, ira, vergüenza, baja autoestima...que se vuelven ficción psicótica, proyectada en TODO el exterior, puesto que cualquier elemento externo es susceptible de cumplir un papel en tal ficción (que no mentira, insisto) ¿La ficción suaviza la realidad? No lo parece, más bien que la ficción, a modo de metáfora gigantesca, es expresión de un dolor y/o miedo enorme, que al tiempo que se expresa, se resiste a su cuestionamiento, se resiste a que la realidad que está debajo se muestre en toda su crudeza, siendo este conflicto, a su vez, dolorosísimo también.

Es muy complejo, mucho. Y muy delicado establecer tales conexiones. Pero no es imposible, y parece que vale la pena, siempre que del otro lado haya cariño, dignidad, empatía, confianza... (y unos dedos cruzados, por si acaso, como expresión del deseo de que todo salga bien, de que la persona querida vuelva, y vuelva más fuerte, más entera, más confiada)

No creo que sean los únicos tipos de delirio, tampoco. En lo que a mi respecta, alguna vez han aparecido por estrés excesivo, acompañado de mucha preocupación, estrés emocional, por llamarlo de algún modo, y creo que, en cierta forma, había un mecanismo de memoria perceptiva, una especie de hábito mental. Darme cuenta fue crucial para romper el ciclo. (Pero de eso ya hablé en una entrada anterior: "Profecía autocumplida desactivada")

jueves, 7 de agosto de 2014

Calor espeso y vibrante

Hoy me despierto con el recuerdo de un sueño, muy nítido.

Estoy en África, en uno de los países donde el Ébola está atacando fuerte. El paisaje es apocalíptico. Las calles están vacías. La gente, aterrorizada, no sale de sus casas. Es África, pero es mi ciudad, la playa, el paseo, la calle de vinos... pero es África. Las únicas personas que todavía están en la calle son personal de ongs sanitarias. Una de estas personas se llama Laura, es médica, y es completamente encantadora, amable, dulce y serenamente consciente de una trágica verdad: probablemente esté infectada, yo lo sospecho también, de mí misma, y ella lo sabe. Sentimos las dos un calor espeso, vibrante, parecido a los principios de la gripe.

Sus compañeros médicos nos miran con infinita comprensión, solidaridad...e impotencia. Sin atreverse a decirlo, piensan que nos están perdiendo. Laura me coge de la mano. Me dice: vamos tú y yo a descansar, a tumbarnos, a una zona tranquila, vamos a bañarnos en leche. De momento eso, no tengas miedo. Y yo no tengo miedo.

Me despierto antes de tiempo. Mi plan para hoy es ir a la biblioteca a trabajar un poco, a escribir. Me da rabia no haber dormido lo suficiente, y al mismo tiempo, dormir solo cinco horas siempre me dió una lucidez un tanto extraña. Voy directa a la nevera, no siento calor pegajoso ni vibrante, pero me bebo el último medio vaso de leche. Luego enciendo el ordenador, y escribo esto.