domingo, 8 de diciembre de 2013

Entre la teoría y la práctica

Una buena teoría: Los brotes psicóticos, las voces, y otras experiencias extraordinarias, a menudo acompañadas de mucho sufrimiento psíquico, son respuestas creativas a diferentes traumas (abuso sexual, físico o psíquico en la infancia, negligencia en el cuidado durante la infancia, duelos que se enquistan, situaciones severas de exclusión social....) R. P. Bentall, J. Read, R. May, entre otros.

Una buena práctica: Preguntarle a la persona qué significan para ella esas experiencias, y preguntarle también cuál cree que es la causa. Trabajar a partir de esas respuestas, ayudar a elaborar esas respuestas. Ayudar a encontrar un significado a esas experiencias, que permita relacionarse con las mismas de forma no traumática. Trabajar teniendo en cuenta todo el contexto relacional y socieconómico de esa persona. Dejar la medicación como el último recurso, o como recurso para alivio de angustia puntual, nunca como primer recurso, jamás como único recurso. Bentall, Read, May, "Open Dialogue" (modelo terapéutico protocolizado en Finlandia para primeros episodios psicóticos), red Hearing Voices (grupos de autoapoyo, con o sin participación de profesionales)

Una mala teoría: Los brotes psicóticos, las voces y otras experiencias extraordinarias son manifestaciones de defectos patológicos en el cerebro. Conexiones neuronales fallidas como causa primordial. El relato de la persona acerca de ellas, por tanto, no es relevante, no interesa, es incluso contraproducente como potencial activador de síntomas. Modelo biologicista

Una mala práctica: La medicación es el primer recurso, por no decir el único. Todo se orienta a la adherencia al tratamiento, incluidos cursos llamados "psicoeducación" para vender a usuarios y familias tal versión.

¿Qué hace que la mala teoría y la mala práctica sean las dominantes?
¿Qué hace que la buena teoría y la buena práctica sean minoritarias?
¿Será el neoliberalismo económico, donde sólo importa el beneficio = vender muchas pastillas?
¿Será el neoliberalismo económico, que se vende como "neutral" frente a enfoques "ideologizados"?
¿Será la falta de conciencia ética de los profesionales, entrenados para creerse "neutrales" en el ejercicio diario de su profesión?
¿Será la escasez de fuerza del movimiento de personas diagnosticadas, también entrenadas para sentirse "enfermas e incapaces"?
¿Será el servilismo de las asociaciones de familiares a la teoría biologicista, entrenadas en "el miedo" y "el riesgo de recaídas"?
¿Será que ningún partido político lleva en su programa NADA relacionado con el colectivo de personas diagnosticadas, exceptuando tendencias más biologicistas, y por lo tanto más represoras?

Entre la teoría y la práctica, seguimos buscando la ética, la dignidad, el empoderamiento, el acceso a la información, el análisis serio y sincero de riesgos y beneficios, el fin del paternalismo, la buena ciencia que ayude de verdad a sentirse mejor.

Más allá de la teoría y de la práctica, muchísimo más cerca, nos quedan los sueños, las redes, lxs amigxs, la música, el cine, los abrazos, la rabia que grita mundos mejores y la imaginación para construirlos. Si algún día ganamos, habrá perdido la mala teoría, la mala práctica, la mala ciencia.

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿Subalternidad?

Me resulta complicado explicar por qué me resulta complicado entender mi papel cuando hablo en público, algo que últimamente hago con cierta frecuencia.

   Lo más habitual es hacerlo en calidad de usuaria de los servicios de salud mental, cosa que, como sabéis, no es cierta. Desde luego que no me dedico a divulgar mi conciencia de enfermedad y lo bien que me hacen las pastillas, porque ni tengo la primera ni me tomo las segundas. Y soy sincera en torno a estas dos cuestiones, también en que no soy usuaria. Si no, lo que hago no tendría ningún sentido.

  Entonces, la pregunta es ¿de qué hablo cuando hablo en público?
  Pues de estar bien a pesar de los delirios, o de estar bien gracias a ellos, o de estar bien al margen de lo que se entiende por Salud Mental (eufemismo de unidades de psiquiatría). Intento explicar qué es para mi un delirio, qué significa, por qué creo que se produce, y cómo se puede navegar por él. Esto último me encanta, porque me da pié para hablar de la amistad, del cuidado, de la confianza, de la posibilidad de reconocerlos y compartirlos sin que nos arrastren, vengan como vengan (a veces con llantos nocturnos, con insomnio, con ideas autorreferenciales, con impulsos de romper lía rutina ferozmente, o con miedo a salir de casa, por poner solo unos ejemplos) Hablo también de libertad y dignidad para delirar, para explorar nuestro pensamiento mágico, para pedir ayuda y para no pedirla, y libertad y dignidad también en relación al tipo de ayuda que se debería esperar de los servicios de Salud Mental: con amabilidad, escucha, respeto, formación más allá de la receta, solidaridad con el sufrimiento ajeno, en lugar de miedo ignorante o miopía pseudocientífica. Sin mentiras, coacciones, amenazas, ocultamiento de información relevante, negación de opciones, soberbia, maltrato verbal, o incluso físico, en definitiva, sin que el poder que se dirigiría a mi como subalterna impidiese la más básica y necesaria calidad de las relaciones humanas cuando se pasan momentos difíciles.

 Evidentemente no me da tiempo, en ninguna intervención, a decir tantas cosas. A veces me centro más en unas o en otras, desarrollo más algunos puntos, intento adaptarme al público, al ambiente previo (por ejemplo si es en el contexto de unas jornadas o cursos) O sí las digo, pero menos organizadas, o menos directas, más sutiles, o irónicas, o de la forma que piense que, por alguna razón que no acierto a explicar, van a llegar mejor. También tiene que ver con pensamientos recientes, porque no paro de darle al tarro, todo sea dicho. Y reivindico también cualquier otra mirada o sentido, no "profesional" (de salud mental, se entiende), que puedan tener estas experiencias, cualquier otro lugar desde el que se las pueda observar y reflexionar sobre ellas. Vale la filosofía, la antropología, la crítica literaria, la pintura... todo en plan aficionada, pero que me alimenta lo suyo. Vale también el cine, la sociología, la teoría política, el teatro o los dibujos animados. Todo vale para pensar nuestro lugar en el mundo. Vale La leyenda del tiempo de Camarón sonando mientras escribo esto. No voy a conformarme con la psiquiatría o la psicología, y a quien le parezca mal tiene varios problemas (me acuerdo de algunas personas en concreto, que creen que no estoy legitimada para hablar de estos temas porque no tengo ninguna de esas licenciaturas)

Me pasan factura los viajes, las exposiciones, los debates, y aunque la pago con ¿responsabilidad?, ando por la cuerda floja, cayendo al optimismo o al pesimismo antes, o después, a veces en el mismo día, o en la misma semana. Y me acostumbro, en el buen sentido. Me acostumbro a no preocuparme demasiado ni por lo uno ni por lo otro. Esta semana pasada, la Fundación Manantial nos dió la oportunidad de conocer a Olga Runciman, de Hearing Voices Dinamarca: Me sentó muy bien, me reforzó  en el camino por el que ando desde hace años: el de la luz de las luciérnagas (siempre en plural) y el calor de la comprensión. En el de lxs amigxs y las redes, más necesarias donde más aprieta la subalternidad. Olga, si lees esto, sabrás que me faltan palabras para agradecer el placer de conocerte. Ten por seguro que no nos rendimos. Y somos una buena tropa, además. Esperamos verte pronto.

Y en todo este viaje, soy también una subalterna que investiga, académicamente, mi propia subalternidad, y al hacerlo, la pierdo un poco, o la difumino, o la confundo, o me obligo a preguntarme por ella, una y otra vez, de eso se trata. Un círculo perfecto que no me deja tregua. Cuesta muchísimo desconectar de todo esto. Ese es mi reto ahora, conseguir espacios de vacaciones, de música, de fiesta, de descanso...y de dinero para comer dos veces al día. Por eso escribo menos últimamente en este blog, pero hoy me acordé de quienes sólo me conocéis por aquí, y me apetecía compartirlo con vosotros. No sería justo si no lo hiciese. Un abrazo fuerte y hasta pronto, amigxs.

(Patricia, esta noche soñé con Beatriz Preciado)