viernes, 26 de abril de 2013

Familia y familiarismo en tiempos de crisis

España, como país mediterráneo que es, es un estado familiarista. Esto quiere decir, básicamente, que el Estado (o sea, nosotros, nuestra sociedad y, por lo tanto, nuestra idea de lo público-político) delega en las familias parte de sus responsabilidades. Allí donde no llega con los servicios (piénsese en conciliación, cuidados, atención a la discapacidad, etc etc), se espera, como por ciencia infusa, que sea la familia la que se haga cargo. Esto tiene sus cosas. sus cosas buenas (la red familiar se considera sólida y capaz de tal hazaña, y a menudo lo es), y sus cositas (en casos de discapacidad, por ejemplo, se le otorga un poder de decisión y tutela......¿exagerado?, en detrimento de la autonomía de las personas)

Problemas relacionados con la salud mental...este mismo. Exceso de tutela, de infantilización, de falta de confianza en la autonomía personal, de asexualización...y el estado familiarista, calla y otorga. Por que si no calla y si no otorga...¿quién va a hacer ese mismo "trabajo"? ¿ quién va a garantizar la manutención, el techo, la tutela, la gestión de los cuatro duros de la pensión que, en tiempos de crisis, pueden suponer la diferencia entre tener la nevera llena o tenerla vacía? Creo que no exagero, pero si desplazamos el eje de visión desde la familia hacia la persona "tutelada", ¿qué consecuencias tiene, para esta persona, el estado familiarista? Con razón cuesta tocar las pensiones, son el núcleo duro de la cohesión social a bajo coste, el núcleo duro de las abuelas cuidadoras, de los miembros en paro alrededor de la pensión del abuelo, del trabajo gratuito de las mujeres como madres, como abuelas,  profesoras de apoyo, cuidadoras, enfermeras...psicólogas, y líderes religiosas incluso, predicando tantas veces paciencia, y resignación, y ejemplo...

A la luz de todo esto, uno de los trabajos del empoderamiento en salud mental es, a menudo, deconstruir este tinglado, contra viento y marea, contra la imagen sacrosanta de la madre sacrificada y etérea, virtuosa a la par que guerrera, capaz de darlo todo por su familia. No para acabar con él, que tampoco es fácil, ni en su totalidad conveniente, para qué nos vamos a engañar, con la que está cayendo. Pero sí para poner en valor que esas personas que la sociedad familiarista considera "dependientes" son mucho más que alguien a quien proteger eternamente, alguien a quien hacerle TODO por pensar que NO PUEDE HACER NADA. Alguien que, algún día, como ley natural inexorable, se quedará sin madre guerrera ni virtuosa ni resignada ni sacrificada...ni hacendosa ni madre coraje. alguien que, simplemente, se quedará a solas con sus enseñanzas, con su experiencia, con sus herramientas de superviviencia....sean estas las que sean.  Queridas madres, queridos padres, queridas personas cercanas y cuidadoras...gracias por lo que hacéis cada día, pero por favor no olvidéis pensar en lo que pueda pasar cuando no estéis, y en quién tendrá que hacerse cargo de todo aquello que, algún día, ya no podréis hacer, porque no vais a estar. Pensad en eso a menudo, cabe en vuestro amor, es parte de vuestro amor, y todxs salimos ganando, porque será un amor, si cabe, más completo, más inteligente, más social, más solidario, un amor aún mejor. Gracias por pensar en nosotrxs, gracias por querernos tan bien, y por querer querernos mejor más y más cada día.

miércoles, 24 de abril de 2013

¿LOCAS? Salud mental y género

Me gusta este artículo de Píkara.

Píkara es una revista feminista online, que sigo desde hace tiempo. En este artículo se habla de mujeres y salud mental, y termina con una recomendación para terminar con las desigualdades (también) en salud mental: más formación en género en las facultades. Cada vez que alguien me dice "no es una cuestión de género", lo primero que me pregunto es si saben lo que es el género. Lo segundo que me viene a la cabeza es que los ultracatólicos andan haciendo seminarios advirtiendo contra lo que ellos llaman "la ideología de género". Lo peor es que el punto de vista de estos obispos antediluvianos, y sin embargo tan vivos desgraciadamente, ha calado más allá de sus competencias, es decir, más allá de sus audiencias casposas. Así, nos encontramos con personas nada católicas, en principio, y sin embargo temerosas de la "ideología de género".
Si el género es una ideología, se llama feminismo, y no ha hecho más que mejorar, de forma siempre pacífica, la vida y derechos de las mujeres desde que nació, allá por la revolución francesa (aunque a la primera feminista política, Olimpia de Gougues, se la cargaron sus propios compañeros revolucionarios por la revolucionaria idea de querer aplicar los principios "libertad, igualdad, fraternidad" también a la población femenina" Buscadla, buscadla en el interné...).
El feminismo es el culpable de que las mujeres votemos, de que podamos tener propiedades, de que podamos divorciarnos, abortar, ocupar cargos públicos, heredar, estudiar en las universidades, escribir y publicar, competir en las olimpiadas....etc etc etc Pero si algo hizo el feminismo, más allá de importantísimas conquistas sociales, es interiorizar la idea revolucionaria de que las mujeres somos personas, libres e iguales en dignidad y derechos. Quien piense que nada de esto tiene que ver con el feminismo....es que tiene un ligero déficit en memoria histórica. Quien piense, además, que el feminismo ya no es necesario, lo hará, con esa actitud, más necesario que nunca, sólo esperemos que, para entonces, no sea tarde.

domingo, 14 de abril de 2013

Lenguas en conflicto

La mayoría de las personas que han delirado no lo hacen a tiempo completo. Todas esas personas conocen, como mínimo, dos maneras de acercarse o interpretar la realidad: la suya propia, protagonizada por el argumento delirante, y esa otra que llaman "realidad consensuada" (es decir, la interpretación más o menos mayoritaria de la realidad), que de alguna forma permite participar del mundo con certificado de inteligibilidad.

Bien, que a una de ellas se llame "enferma" y a la otra "sana", es una construcción social como la copa de un pino. Se puede estar o no de acuerdo en llamarlas así, y en actuar en consecuencia, pero al margen de eso, de su denominación y de las consecuencias sociales de ofrecer mayor o menor inteligibilidad, lo cierto es que, en materia de interpretación, hablamos varias lenguas. Somos políglotas en la traducción del significado que le damos a los acontecimientos del mundo.

No veo por qué saber más de una lengua puede ser un problema, en lugar de una riqueza. Existen las lenguas minoritarias, y existe su persecución, su ninguneamiento, su sustitución por otras consideradas de más "prestigio". Cuando se habla la lengua minoritaria en una zona de conflicto lingüístico, las consecuencias indeseables pueden disuadir de su utilización. Muchos de los que habitamos este infrecuente y sorprendente poliglotismo optamos finalmente por utilizar, de forma pragmática, la lengua mayoritaria para evitar exclusiones, la peor de las cuales es la negación de la condición de seres humanos, instalándonos en una sub-ciudadanía cuyas consecuencias desastrosas, y su anticipación, provocan, en cierta medida, las derivas de ansiedad paranoica que, en principio, no son consustanciales, ni siquiera condición de necesidad, a la lengua delirante. Muchas personas están dispuestas, en aras de ser reconocidas como inteligibles, a aceptar el discurso psiquiátrico de la enfermedad, y sus diferentes "remedios", para verse libres, o al menos en parte, de esta posición excluída. Es una posición legítima, pero también debería serlo la contraria.

A medida que, sería lo deseable, se consiguiese una especie de diálogo exento de relaciones de poder entre las distintas lenguas, se tendería a un equilibrio que posibilitaría la inteligibilidad y desplazaría esas consecuencias desastrosas, pudiendo, en justicia, encontrar puntos de encuentro que, con el tiempo, podrían llegar a modificar la "realidad consensuada", abriendo camino en esta para otros significados, algunos de los cuales podrían ser enriquecedores, mientras otros, quizá, permanecerían en el rincón misterioso de la razón poética, y como tal serían respetados. Esta postura es la que atraviesa, por ejemplo, las creaciones artísticas del escritor de ciencia ficción Philip K. Dick o del cienasta Terry Gillian, y en cierta forma también toda la producción artística del realismo mágico latinoamericano. Estas creaciones artísticas suponen una invitación a ese diálogo pendiente, además de la que efectúan, en su labor profesional, psicólogos como Rufus May, John Read o Jakko Haikkula. Es cierto que estos últimos trabajan todavía dentro de un modelo médico, pero no se les puede negar que su forma de trabajar habita ya el lugar necesario de la transición hacia esta otra forma de dialogar con el delirio, tan necesaria para terminar con su demonización, cuando no directamente criminalización.