jueves, 29 de marzo de 2012

Me muero de amor

De repente se me olvida que alguna vez tuve delirios, el más bonito fue pensar que mi amor era para toda la vida. Luego pienso que todos los delirios tienen algo de cierto, y que este no iba a ser menos. Mi amor es para toda la vida porque estos cinco años me enseñaron que es posible ser muy feliz, sin acusaciones, sin esfuerzos, sin adornos, sólo viviendo juntos y compartiendo lo que tocaba aunque no siempre toca compartirlo todo. A alguien así lo quieres siempre, es imposible que sea de otra forma.

Lo más triste del desamor es no reconocer a esa persona, verla distinta, traidora, impostada, perdida en relación a ti. Parecen sentimientos bastante universales, propios de tener a la furia y al dolor como malos consejeros. Pero son sólo eso, consejos que vienen del lugar donde habitan los fantasmas, fantasmas que tienen mucho que ver con una idea del amor que nos idiotiza a todxs por igual. Aún así, es cierto que esa idea nos atraviesa de una manera profunda e inconsciente, tanto para bien como para mal. Cuando es para bien corremos como demonios hacia la persona amada, todo parece fácil y posible, todo es claridad y fuegos artificiales. En el caso contrario, todo horizonte parece una ciénaga pegajosa, un esfuerzo descomunal, una ruina totalizante. Y un cuerno. (o varios)

Pero esa es una idea del amor, y aunque es la más vendida, siempre en el namberguan de la lista, a mi siempre me fue más el rollo minoritario, y aunque a nadie le amarga un dulce, prefiero pensar que el desamor me da muchísima pereza. Y con este sol, es muy triste ponerse triste.

La infusión "buenas noches" (tila, melisa, azahar y camomila) es una gran compañera últimamente, y a la vista de los resultados, juraría que me colaron algo más, porque esto no es normal. Será que todas las personas que me están apoyando me echan droga en el colacao, o será que ellas mismas tienen poderes calmantes, repartidos entre risas y abrazos y mucha y muy buena compañía. Sea lo que sea, al final es amor lo que me sobra. Nado en amor, me muero de amor.

Será por eso que sólo me apetece ser generosa, y pensar cosas bonitas.
Debo de estar algo loca, aunque mi locura de siempre ya no exista.

jueves, 22 de marzo de 2012

Despatologización, novedades.

Necesito un psiquiatra, urgentemente.

Lo necesito para que me explique qué pasa con la esquizofrenia, ahora que la IPSI (Sociedad Internacional de Tratamiento Psicológico de la Esquizofrenia y la Psicosis, o algo así) ha decidido eliminar la palabreja de su vida profesional, acontecimiento que harán público en marzo de este año. (fuente: blog Tertulias con Platón)
La eliminan por imprecisa, por estigmatizante y poco concluyente científicamente. En su lugar, o para cubrir su vacío, se quedan con psicosis a secas. Hasta aquí de acuerdo, no seré yo quien llore su ausencia. Dicen que lo hacen porque, al parecer, se lo están pensando también los peces gordos del DSM.
Bien, bien, hay movida en palacio. Pero...a ver si me sigo con la argumentación: si la psicosis es un estado, que puede remitir sin dejar rastro, pasando de ESTAR psicótico a no estarlo... cuando ya no lo estás, evidentemente tampoco lo eres. Y cuando ya no lo eres, porque ya no lo estás...¿qué sentido tiene etiquetar de ahí en adelante? Porque entonces, si es por riesgo de volver a estarlo, todo el mundo tiene riesgo de estarlo también por primera vez, en cualquier momento de su vida. Y de ahí viene el producto estrella del nuevo DSM: Riesgo de padecer psicosis.

Ahora bien, si lo que tengo es riesgo de padecer psicosis, y es lo mismo que tiene todo el mundo, el intento de separarme de la "normalidad" con una etiqueta deja de tener sentido. Si todos estamos locos, y lo estamos simplemente por tener el riesgo de estarlo, nadie trabaja y todo el mundo cobra. Pero para que todo el mundo cobre y nadie trabaje nos tienen que incapacitar. Eso es carísimo. Pero si no quieren que cobremos no nos pueden incapacitar, y si no nos incapacitan somos capaces...de cualquier cosa, entre ellas decidir por nosotrxs mismos cómo llevar ese riesgo.

Ay no, que no funciona así (ahora las incapacitaciones son parciales y temporales) Vamos por otro lado: los trastornos mentales graves, TMG para lxs amigxs. Se les cayó la joya de la corona. ¿Cuáles quedan? ¿Cómo pueden ser definidos científicamente, tras un siglo de fraude esquizofrénico? ¿La psicosis como trastorno crónico? Eso no se lo cree nadie ni hay cuerpo que lo resista, por otra parte. Si la esquizofrenia no existe, y el riesgo de psicosis lo tenemos todxs, ¿Habrá profesionales en su sano juicio que mediquen de por vida? ¿A toda la población? ¿Y quién trabaja? ¿Quién juega al fútbol? ¿Quién diagnostica? ¿Quién sale en las portadas de las revistas? Lo veo complicado, por más que fuese el paraíso de las farmacéuticas. La gente habla...no sólo ellos, por más pasta que tengan para comer los cocos. Y si se multiplican los diagnósticos de riesgo de psicosis, más hablarán, y por tanto más rápido mejorarán, y menos pastillas comerán. Se multiplicarán las ganas de saber qué pasa con tanta locura de repente, ahora que ya no será un...1% ¿no? qué recuerdos...esa cifra talismánica, estable, universal... que no conocía diferencias geográficas, ni culturales, ni de género, ni de ambientes urbanos o rurales, ni del grado de desarrollo de los países...ay, qué tiempos aquellos los de la esquizofrenia.

Cuánto susto, cuánto estigma, cuánto experimento, cuántos ríos de tinta, cuántas vidas arrojadas a la oscuridad por esas profecías de cronicidad y deterioro, cuánta metedura de pata, cuántas indemnizaciones pendientes...cuánto ridículo hecho, y el que queda por hacer, cuánta miseria científica, pero sobre todo cuánta miseria humana, evitable con un poco de autocrítica, con un poco de ciencia de la buena(la de escuchar a las personas cuando se trabaja con personas), con un poco de reconocer el carácter inevitablemente social de la psiquiatría, con un poco de valor para cuestionar dogmas.

O sea que estoy despatologizada de la esquizofrenia (otra vez), y en riesgo de psicosis ( y de cáncer, y de insomnio, y de precariedad, y de gripe, y de estafa....)
No, si ya decía yo que este mundo está muy loco. Va a ser eso.

sábado, 17 de marzo de 2012

Foto

Estoy de pie, en blanco y negro.
Llevo una peluca afro de color verde, sintética, carnavalesca, de almacenes chinos.
Los brazos están levantados, las manos apoyadas en la nuca, se trata de un gesto de coquetería para elevar ligeramente los pechos, nada especial, si quisiera elevarlos para que resultasen sexis, me pondría un corsé, pero estoy desnuda.
Así, los pechos caen escribiendo mi edad.
Los ojos miran a la cámara, saber lo que dicen no depende de mí.
Al bajar la vista, sigue mi cuerpo, el vello púbico está teñido del mismo color que la peluca.
Dudo si mostrar las piernas.
La duda continúa cuando terminas de ver la foto.
ACDC suena en vinilo, no es su mejor obra.

martes, 13 de marzo de 2012

Aprender a cuidarse

Por lo que sé de personas que conozco, y como ya dije alguna vez, el primer episodio psicótico suele ser el peor. Por la sorpresa de no saber qué pasa, por la alarma que genera esa sorpresa, a propios y allegados, por la incapacidad real de no distinguir realidad de ficción, ni la más mínima señal de que ese sea, precisamente, el núcleo de la cuestión. También es el que entraña más riesgo de autolesión, por todo lo dicho anteriormente.

Cuando se ha pasado más veces, hay mecanismos para distinguirlo. Uno de ellos es, precisamente, la experiencia, experiencia que no se puede adquirir de ninguna otra forma. Este factor, el del reconocimiento, es la base del autocuidado. Esta muy bien negociar con uno mismo y con las personas más cercanas y queridas pautas para tomar decisiones en esos momentos. Una especie de voluntades anticipadas de andar por casa.

Llegar a este punto, el de la comprensión y la negociación de posibles repeticiones futuras, lleva su tiempo. Un primer brote es una experiencia traumática para casi todas las personas, no sólo para quien lo vive, también para quien lo observa y lo sufre desde el cariño de no reconocer del todo a quien se quiere, de no saber si esa persona volverá a ser la misma después de eso. Son sentimientos absolutamente comprensibles, y tienen tiempos de asimilación muy diferentes, dependiendo de muchos factores. Alguno de esos factores tienen que ver, también, con la ideología, con los prejuicios previos que se tengan sobre la locura, aunque tienden a cambiar cuando toca cerca. También tienen que ver con la confianza en la psiquiatría. Parece que lo más habitual es quejarse, en estas intervenciones, de falta de información por parte de los profesionales. Falta de información a los familiares, que además son quien más información reciben, mucha más que la propia afectada/o. En el caso de la informacion a lxs afectadxs, parece que el modelo paternalista sigue viento en popa, y se considera que la persona afectada bastante tiene con lo que tiene, como para comerse el tarro con diagnósticos y explicaciones. Hasta cierto punto puede tener su razón de ser, pero no se justifica que, una vez remitido, se siga teniendo a los familiares como interlocutores preferentes y/o exclusivos.

Bien pensado, tampoco se justifica durante. Más allá de diagnósticos (por mi tierra empiezo a notar una tendencia a no diagnosticar, modelo inglés, lo cual no me parece mal, en principio), lo que interesa es, como primera medida, tranquilizar y dar esperanzas. Si las profecías autocumplidas funcionan, ¿por qué no se usan para que funcionen bien? Lo que me lleva, de nuevo, a la pedagogía. Si como docente esperas mucho del alumnado, porque confías en sus capacidades, y se lo transmites, las posibilidades de éxito aumentan de forma proporcional al entusiasmo a la hora de transmitirlo. ¿Por qué no puede ser así en psiquiatría?

Pues como esta entrada se llama aprender a cuidarse, la profecía autocumplida "esto pasará y me recuperaré estupendamente" es parte de la estrategia de autocuidado. Otra estrategia consiste en no impacientarse porque la recuperación sea lenta, un primer brote descoloca tanto que lleva su tiempo situarlo, ponerle nombres, adjetivos, comprenderlo, perderle el miedo, puesto que de eso se trata. La lentitud, en este caso, no debe ser un motivo de alarma. Lo más importante en esta fase de asimilación es el apoyo, apoyo para escuchar cuando se quiera hablar del tema, y apoyo para respetar el silencio. Es cierto que exteriorizar lo vivido durante es lo que más ayuda, a la larga, en el proceso de autogestión, pero también es cierto que "romper el hielo" no es tan sencillo, hay que encontrar el momento, y hay que elegir a lxs interlocutorxs. Aquí juega un papel importante el estigma, y sobre todo el autoestigma, existiendo el primero, el segundo es sólo la consecuencia lógica, la consecuencia interiorizada de la construcción social de la locura.

Las estrategias de autocuidado consisten en pequeños y grandes pactos, con uno mismo y con los demás. Pactamos que no se alarmen, pero tenemos que ofrecer algo a cambio, y ese algo a cambio es la demostración de que sabemos conocernos y reconocernos, que sabemos pedir ayuda y que sabemos aceptarla. Ellxs a cambio nos ofrecen esa ayuda en las condiciones que pactemos. Hay quien pacta ser llevado al hospital o que le recuerden tomar la medicación, hay quien pacta precisamente lo contrario, hay quien pacta estar más acompañadx, o que tiren un poco de unx para hacer o no hacer determinadas cosas que pueden sentar mejor o peor (pasear, quedar con amigxs, fumar o beber, etc) Sólo con estos pactos, individualizados a la vez que consensuados en colectividad, es posible espantar fantasmas en compañía. Pero como pactos que son, se hacen para cumplirse, aunque se renegocien cada vez que sea necesario. Con estos pactos, y la responsabilidad de cumplirlos, se refuerzan los lazos personales, y la satisfacción que eso produce es, en sí misma, un factor de recuperación, lo que llevará a una mayor confianza en este sistema de pactos, y a su vez más recuperación...

Quizá uno de los mayores problemas del modelo biologicista haya sido el de la desrresponsabilización, creando una falsa sensación de que no hay nada que hacer, excepto tomar pastillas. Mi pensamiento es el contrario, hay mucho que hacer, incluso sin pastillas. El modelo de la desrresponsabilización se ha instalado con más saña en familiares que en lxs propixs afectados, algo normnal si tenemos en cuenta que este modelo va acompañado de la idea que comentaba al principio sobre el paternalismo, bajo la cual se tiende a proporcionar más información a los familiares que a la persona afectada (en los casos más extremos de paternalismo, se proporciona sólo información a los familiares, y de qué tipo, que esa es otra. Una anécdota al respecto: me han contado que una enfermera se atrevió a decir, a propósito del aumento súbito de peso de una persona hospitalizada, que era porque no se movía. Lo dejo ahí que me cabreo)

Si de alguna forma nos hallamos ante un cambio de paradigma, en el que el DSM decae por su propio peso ideológico (a pesar de su imparable crecimiento interno)y ya parece más un manual publicitario para multinacionales farmacéuticas que cualquier intento serio de presentarse como guía para profesionales competentes, es muy importante repensar con intensidad, entonces, en qué consisten las alternativas a la medicalización como opción prioritaria y única todavía en determinados cerebros psiquiátricos.

domingo, 11 de marzo de 2012

Deleuze también lo sabía.

No está demostrado que el fondo sea más importante que la superficie.
Que se lo pregunten a los conductistas.
Si quieres disimular un deliro, aprende conductismo.
Conductismo al revés: finje que eres como todxs, delira lo que te de la gana.
Todxs contentos.




Pd: lo anterior es sólo una solución de emergencia.
Tus amigxs te querrán igual, los demás no se enterarán de nada.
Aprenderás a saber quienes son tus amigxs, esxs que también te quieren cuando flipas.
Algunxs, incluso, te quieren más.
Mola tener amigxs locxs, da un toque de distinción.

sábado, 10 de marzo de 2012

Cuidar, cuidarse, dejarse cuidar.

Cuidar: Querer y ayudar a otra persona a ser lo más feliz, completa y autónoma posible, realizando en su lugar sólo aquellas acciones que no puede hacer por sí misma, con su beneplácito y complicidad. Cuidar tiene que implicar siempre enseñar y aprender autocuidado, también.

Cuidarse: Quererse, ser consciente de nuestras capacidades y limitaciones, y de la cantidad de estrategias que están a nuestro alcance para desarrollar las primeras y afrontar las segundas. Cuidarse tiene que implicar siempre enseñar y aprender a cuidar, también.

Dejarse cuidar: Es la relación que se establece entre quienes se cuidan, es uno de los pactos más importantes entre dos personas (aunque puede hacerse entre muchísimas más) Es necesario que vaya acompañado de cariño y complicidad, de retroalimentación, así como estar libre de abusos, chantajes emocionales y resentimientos. Si no es así, los conflictos, el cansancio y la desesperación serán constantes (en lugar de ser simplemente circunstanciales a los momentos puntuales de estrés relacional, comprensibles en cualquier relación humana de cotidianeidad y larga duración).





Son raras las relaciones en las que sólo se da
son raras las relaciones en las que sólo se recibe
también en las que sólo se enseña,
o en las que sólo se aprende
son raras, creo que no conozco ninguna,
pero sí conozco alguna muy, pero que muy descompensada.




Cuidar, cuidarse y dejarse cuidar es altamente revolucionario.

domingo, 4 de marzo de 2012

El surco de lo universal

El deliro es, en cierto modo, una forma de precio que la inteligencia situada debe pagar. No me refiero con inteligencia a ninguna categoría cuantitativa, nada medible en coeficientes, ni siquiera en áreas de conocimiento. Decir inteligencia situada implica considerar la categoría inteligencia en función de un determinado punto de vista, aquel que se origina desde la posición del sujeto en un determinado contexto, y la relación inter-contextos, o dicho de otra manera, la relación del contexto del sujeto con otros contextos posibles, en función de múltiples coordenadas.

En tanto el delirio, ateniéndonos a la etimología de la palabra, es un "salirse del surco", la expresión inteligencia situada se refiere también a la situación subjetiva en relación a dicho surco. Es decir, la posición del sujeto ante la norma, o el distanciamiento del sujeto de la normopatía, por hacer un guiño a lxs compañerxs de Radio Nikosia. La distancia en relación al surco genera un tipo específico de conocimiento, aunque sea conocimiento estigmatizado, o simplemente incomprendido en términos de comprensión normativa. De lo que signifique o no comprensión normativa no puedo pronunciarme, es un asunto para reflexionar a nivel individual, tiene que ver con los sesgos (no siempre conscientes) que se activan en cualquier experiencia de conocimiento. El conocimiento normativo, lo que quiera que signifique, no está en absoluto exento de sesgos o condicionantes, esto es, de puntos de vista que se re-presentan como universales. La normopatía (por seguir con el juego contra-patologizador) se constituye a partir de múltiples y constantes apropiaciones de la universalidad como propiedad privada, y privativa, de un punto de vista en detrimento de otros, a los que se desplaza como "sesgados", produciendo la ilusión de la existencia de un tipo de conocimiento no sesgado, aquel que se valida como correcto frente a los demás, y que constituye el paradigma llamado universal.

Distanciarse del paradigma autoproclamado universal implica una carga de sufrimiento que se conoce como "trastorno", y este trastorno sólo puede entenderse en función de la distancia con la norma, distancia que se acrecienta o se acorta con criterios socio-políticos. Piénsese, por ejemplo, lo que sucedió con la homosexualidad, y más recientemente con la transexualidad. Los procesos de despatologización de ambos "trastornos" (utilizo esta terminología sólamente para llamar la atención sobre lo que hoy nos parece un absurdo) tuvieron lugar no porque se hubiese hallado una supuesta "cura" para ellos, sino porque la "cura" (dejar de experimentarlos como tales) consistía precisamente en no valorarlos como tales. Es sabido que la homofobia y la transfobia no se erradicaron por el simple hecho de dejar de considerarlos trastornos, pero sí es cierto que la despatologización supuso una victoria de la lógica de la sociología y el activismo político por encima de la lógica psiquiatrizadora. Hoy en día, el movimiento LGTBI (lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales)es una cultura productora de conocimiento propio, (y generadora de derechos, también), un punto de vista que analiza la realidad desde unas coordenadas muy concretas, y cuyos análisis sobre la norma y su delirare tienen la profundidad, y la fuerza, que otorga haber pagado el precio que pagaron, precio medido simultáneamente en sufrimiento y voluntad de apartarse de él con sus propios criterios de autovaloración de las experiencias extra-normativas.

Lo que más me interesa de la reflexión de hoy es la conciencia dormida sobre los sesgos que encierra el conocimiento llamado universal, y de cómo la propia noción de universal encierra en sí misma una voluntad de dominio de un tipo de saber que sólo puede hacerse a costa de la desigualdad y exclusión, cuando no exterminio, del resto de saberes. El saber delirante no sufre tanto por delirante(que también) como por la valoración externa, patologizadora, que de él se hace. Cuando con la mejor de las intenciones instamos a alguien a que tenga "conciencia de enfermedad", no lo hacemos tanto por invalidar su discurso como para protegerlo de quien podría invalidarlo, ahí afuera, con peores modos. La lucha de los delirantes con los delirios de los demás tiene su punto central en el fortalecimiento de las estrategias de autoconciencia y autogestión, para salvarlos de estrategias de control externo mucho más agresivas, a la vez que se lucha, también, para que estas estrategias agresivas dejen de serlo, por la vía del reconocimiento de la igualdad de derechos para todas las personas sin distinción. La universalidad de los derechos, por cierto, también está llena de sesgos.

viernes, 2 de marzo de 2012

Delirio situado

Ningún delirio es igual a otro. Los factores sociales e individuales los sitúan, necesariamente, aportándoles la variación que los hace únicos, como únicas son las personas que los transitan. Parece obvio pero no lo es. Los profesionales, cuando escriben sus manuales y hacen sus investigaciones, no pueden proceder de otra forma que no sea según el principio de autoridad científica (de investigaciones previas) y sus propias observaciones empíricas. De la unión de ambas metodologías sucede a menudo que lo que se busca es unificar las experiencias, encontrar factores comunes que sirvan de plataforma para codificar las nuevas realidades que surjan a partir de ahí. Es decir, los nuevos casos. Ese es el objetivo, que todo lo aportado sirva de guía para lxs colegas presentes y futuros.

Así, todo delirio es un delirio situado.
¿Cuáles son las coordenadas? ¿Cuáles deberían ser las categorías de análisis?

La primera categoría incumbe al propio investigador, y consiste en definir su propio rol, individual y honestamente. Definir si su postura será comunicativa, de observador objetivo, inductiva o deductiva, multidisciplinar o especializada.

En un delirio, la comunicación, del tipo que sea, es altamente productiva de argumentos delirantes. En tanto en cuanto, siguiendo a Gilles Deleuze, el delirio es inconsciente emergiendo como producción constante de significados, cualquier interacción resitúa a la persona delirante dentro de su propio delirio. Una cuestión nada desdeñable desde un punto de vista terapéutico es comprender que a quien delira le resulta más sencillo, a menudo, interaccionar con desconocidos que con personas de su círculo más próximo. La razón de esto es sencilla: si vemos delirar a una persona a quien queremos, nos resultará extraño, triste, incomprensible, dramático... sin ser conscientes, estamos proyectando todas y cada una de las emociones sobre ese delirio en particular, sobre el delirio concreto de la persona a quien queremos. Llegados a este punto, insisto en que, de la misma forma que no hay delirios estándar, no hay tratamientos estándar para afrontar cualquier comunicación en este contexto. Lo que el delirio tiene de creativo, aspecto poco estudiado, busca novedad, aventura, estímulos nuevos, aunque terminen por costar argumentos psicóticos (en esas circunstancias, la sobreexposición a estímulos nuevos incide en el punto de fractura realidad-ficción con equilibrio inestable, pudiendo derivar hacia la alegría o la paranoia o, lo que parece difícil de entender, hacia una superposición de ambos). La fiesta de resignificar con sobredosis.

Volvamos al delirio situado. Cualquier categoría de análisis socio-político (origen, creencias, ideología, sexo, estatus) puede atravesar cualquier delirio. A estas habrá que sumarles aspectos biográficos, familiares, individuales... si ninguna persona escapa a su relación con estos factores, una persona en delirio no había de ser diferente. Pero la única forma de acceder a la información que proporciona un delirio es estar cerca, ganarse el puesto de interlocutor. Aquí no valen coacciones, las coacciones sólo se reciben como lo que son: violencia. La violencia, obviamente, sólo puede forzar al delirio a derivar en paranoia-psicosis. Alianza terapéutica o renuncia a la terapia, no parece haber término medio. La medicación, en este contexto, sólo es un apoyo (a menudo prescindible) a la verdadera terapia, la que permite a la persona delirante sentirse comprendida también cuando delira, no sólo antes o después (en este aspecto, la libertad de la persona para decidir hasta dónde quiere exteriorizar sus pensamientos es otro factor importantísimo).

En resumen, y ya para terminar, no se trata sólo de buscar a toda costa el fin del delirio, sino de poner las condiciones para que la persona en delirio lo abandone a su manera, y a su ritmo. Sólo así podremos estar segurxs de que tendrá mecanismos propios para afrontar repeticiones, si las hubiese. Esta propuesta implica un cambio de mentalidad relacional tan revolucionaria que dudo mucho de que se generalice a corto o medio plazo, sin embargo, acostumbrada como estoy a soñar despierta, tampoco lo descarto, si es que algo me han enseñado mis propias herramientas de tránsito.

Si tu amiga ve gigantes, camina con ella hacia los molinos, y si llueve, con paraguas.