martes, 29 de marzo de 2011

Imputabilidad, implicaciones, vacío científico.

Declarar no imputable a una persona con un diagnóstico, en la comisión de un delito de agresión, no sólo es una falta de respeto a la responsabilidad de esa persona, como también una eterna fuente de estigma, al colocar bajo permanente sospecha, a las personas diagnosticadas que no hemos delinquido ni tenemos, a bote pronto, planeado hacerlo.

Para que no me añadan inconvenientes en la condición de diagnosticada, quítenme, por favor, las supuestas "ventajas". Cambio ¿ventajas?`(inimputabilidad) por derechos plenos, como el derecho a cuidarme y tratarme como me de la gana, el derecho a expresarme de la forma que quiera acerca de lo que quiera, especialmente en lo relativo a mis visiones del hecho "psiquiátrico". También cambio falsas ventajas por condiciones de igualdad en el acceso a cualquier servicio, licencia, empleo, cargo..., para el que pudiera estar capacitada, y para lo cual la condición de diagnosticada por partida triple y sin coincidencia entre los distintos diagnósticos me pudiera suponer cualquier discriminación.

Y aporto, además, numerosas sospechas sobre la validez científica y legal de un diagnóstico erróneo, toda vez que la propia descripción de partida (su carácter crónico, grave, e incapacitante) del susodicho diagnóstico es incoherente con mis circunstancias actuales. Si me han diagnosticado mal, tengo la razón. Si me han diagnosticado bien, están equivocados sobre lo que el diagnóstico implica, y sigo con la razón de mi parte.

Se agradece participación en el debate, y especialmente plantear preguntas nuevas.

domingo, 27 de marzo de 2011

Pacto de ficcionalidad, psicosis, empatía.

De un manual de crítica literaria:

"El carácter ficcional de los textos literarios nace de un pacto implícito entre escritor y lector: ambos suspenden determinadas reglas de su mundo de referencias y ponen en juego otras, aceptan las que funcionan en el mundo imaginario que se propone.
Es el pacto de la ficción. Así, la ficcionalidad nos remite a una creación de un mundo imaginario, la literatura crea mundos ficticios con autonomía propia, lo que equivale a decir que la obra literaria no es imitación de la realidad, sino creación de realidad. Con lo que se advierte que la dimensión pragmática y la semántica-ontológica deben ser tratadas casi conjuntamente: el autor propone un mundo imaginario y el lector tiene que aceptarlo para que la comunicación literaria tenga un resultado feliz."


(Historia de la crítica literaria, David Viñas Riquer)


En un mundo curioso e interdisciplinar, pensar que la psicosis y el delirio no dejan de ser pactos de ficcionalidad atravesados de dimensión, o rotos en el sentido de traspasar límites entre la literatura(imaginación, capacidad de ficcionar) y la vida, de fusionar mundos imaginados y mundos lógicos como si de una única realidad indiferenciada se tratase, en un mundo así de abierto y empático a la libertad de pensamiento, la intuición llevaría a los profesionales no tanto a hacer volver a sangre y fuego a los delirantes al redil, como a hacerlos sentir a salvo de las realidades amenazantes que pululan por sus ficciones. Para ello es imprescindible conocer el argumento de la ficción, y no siempre se presentará de forma lógica y lineal, ello contradiría las propias leyes de la creación (sea literaria o psíquica), anularía las leyes de la metáfora, su función simbólica de recrear varias interpretaciones a la vez, en función de la formación y sensibilidad de cada uno. Una buena obra literaria ofrece pluralidad interpretativa, un buen delirio también.

Un buen profesional debería ofrecer imaginación para interpretar, para abstraer lugares comunes y miedos colectivos de cualquier ficción delirante, para interpretar algún papel en la ficción del otro, para desactivarla dentro de la lógica alternativa que le da razón de ser, y que contiene en sí misma los mismos gérmenes de empatía y confrontación que cualquier otra ficción compartida socialmente.

Hacerse amigo del personaje dentro del delirio, aunque nunca se esté seguro de comprenderlo del todo, como nunca estamos seguros de comprender a quien aparentemente no delira nada de nada. Una persona en medio de un delirio, toda vez que los códigos lógicos(consensuados) quizá se hayan desintegrado en mayor o menor medida, permanece en contacto con el mundo sensorial de una forma muy intensa, y por tanto será mayúsculamente receptiva no tanto a razonamientos, como a códigos no verbales empáticos, manifestados a través de la mirada sincera, del tono de voz amable, y de una actitud cómplice con cualesquiera que sean los mundos que el otro, el igual si así lo decidimos, plantea en la selección de aquella parte del mundo de posibilidades a la que decide darle carácter de realidad incuestionable. El cuestionamiento nunca es imposible, pero se juega en territorios a los que quizá no estamos acostumbrados, y en los cuales, por eso mismo, tal falta de costumbre corre el riesgo de convertirse en obstáculo si se asume como intercambio imposible.

Se trata todo el tiempo de nuestra relación con la diferencia, y de la inercia de convertir la diferencia en enemigo contra el cual no cabe más que la cerrazón, el desprecio, o la violencia (sea verbal o gestual)de quien se cree en superioridad moral o racional frente al "desposeído de razón".

Y tampoco es para echar cohetes sobre el nivel de raciocinio generalizado, en una sociedad donde los argumentos son sustituídos día tras día por el simplismo populista, que reduce la realidad a telegramas afirmativos que sólo se imponen por la fuerza numérica y económica de quién controla los medios de comunicación de masas, donde toda realidad es cierta porque se repite y toda contestación es falsa porque no se muestra en igualdad de cobertura.

La razón delirante requiere de un cierto aprendizaje, y el aprendizaje depende de la motivación. Sin voluntad de aprender ni motivación para ello, la profesión de acompañamiento y alivio de sufrimientos psíquicos pierde toda razón de ser, y se convierte en cualquier otra cosa de cuyos nombres no quiero acordarme. Recomendaría a todo profesional de la psicología y psiquiatría la lectura atenta de Don Quijote de la Mancha, con especial interés en el proceso de quijotización del personaje de Sancho y la sanchificación del personaje de Don Quijote. Un ejemplo de empatía entre dos mundos aparentemente irreconciliables. El Renacimiento literario, por su carácter humanista en el mejor de los sentidos, sigue teniendo mucho que decir. Don Quijote remite suavemente su delirio, se siente amablemente acompañado durante el mismo (sin que se pueda decir que Sancho no lo cuestiona, y en numerosas ocasiones) y su final no es trágico ni violento, sino que muere plácida y lúcidamente, comprendiendo y acompañado de los suyos, que nunca le han negado una mezcla de compasión y simpatía por sus curiosos viajes heroicos, en pos de ideas de justicia y fantasía que ya quisiéramos muchos.

No por casualidad se considera a Don Quijote el inicio de la novela moderna, muy anterior a las pelis de David Linch y las siempre reveladoras de Terry Gilliam, del cual he visto hace poco, por tercera o cuarta vez, El rey pescador, otro ejemplo de empatía curativa.

Conflicto bélico y salud mental

Sin tener nada de nueva la relación, resulta que un psiquiatra libio comentaba el caso, estos días,(y a mí me lo contaron hace un rato en la SER) de un chico joven, de 26 años, que ingresó en el hospital con alucinaciones visuales y auditivas relacionadas con la situación bélica. El psiquiatra destacaba la característica de que no tenía antecedentes en relación a esa sintomatología, o lo que es lo mismo, que la guerra puede provocar alucinaciones y muy malos ratos.

A mí personalmente me parece lo más natural del mundo, pero me gustaría saber la opinión del frente biologicista radical, si es que realmente hay todavía quien niegue la capacidad de los malos momentos vitales(individuales o sociales) para provocar psicosis y sustos varios.

Bueno, pues nada, un detallito. Le deseo una pronta recuperación a ese chico libio, y espero que le libren de funestos pronósticos de cronicidad, incapacidad y demás, aunque su evolución también depende bastante, supongo, de la marcha de los acontecimientos socio-políticos.

Salud y paz.

viernes, 25 de marzo de 2011

hasta pronto

Se me fue la poesía a vivir a un barco
desde que no la nombro
no la habito por las noches
ni me creo ni me destruyo

pero me canso

Programa de radio

Hoy tenemos reunión del programa de radio. No espero que seamos muchos, tampoco que los que seamos estemos todos diagnosticados. Pero no importa, para hablar de salud mental vale cualquiera, todo el mundo tiene algo que decir al respecto, desde su punto de vista personal y vivencial. No creo que la salud mental sea patrimomio de nadie, no creo que haya expertos en tan necesario tema, y si los hay, digamos que puede serlo cualquiera. Tampoco concibo ningún aspecto de la vida que no esté directa o indirectamente relacionado con la salud mental. Mire hacia donde mire, todo está interrelacionado, cualquier problema, desde el más nimio al más grave, puede generar angustia, y esa angustia puede salir cara, paralizar, descontrolar, hacer zozobrar al más entero.

Parece que lo que se valora como "normalidad" no es tanto lo "sano" que se esté como lo que se aparente, y esa capacidad para aparentar que no se tienen problemas es la que puede librarnos de la psiquiatrización. Al fin y al cabo se trata de no mostrar debilidades, de no mostrar emociones o comportamientos no-canónicos, y el canon se establece por cultura y, dentro de esta, por mayoría extrañamente democrática. Digamos que, en lo que a "nuestra" cultura se refiere, la euforia, por ejemplo, está muy mal vista, especialmente si no está vinculada a ningún logro futbolero.

Es posible que en nuestros futuros programas de radio hablemos de sufrimiento psíquico, pero también de los mecanismos sociales que articulan ese canon de lo correcto, de lo que se considera enfermedad mental y por qué, de quién pone los límites entre un llanto "normal" y un llanto "patológico", de lo cerca o lejos que estamos de la psiquiatrización según los ojos que nos miren, los cerebros que nos piensen y los protocolos que se hayan dispuesto para nuestra particular expresión del sufrimiento.

Si hay una etiqueta previa, todo se acelera, todo tiende y propende hacia lugares comunes. La vulnerabilidad se multiplica. Toda conducta corre riesgo de transfigurarse en síntoma, y aunque parezca que es sólo el nombre lo que cambia, puede marcar la diferencia entre la comprensión tranquila y la activación de algún protocolo psiquiatrizante, con la inestimable colaboración de familias e instituciones.

El problema de la psiquiatrización, o uno de ellos, son sus consecuencias sociales, que pueden abarcar desde el autoestigma o el rechazo sutil de nuestros allegados a la menos sutil institucionalización, temporalmente o de por vida. La institución va por un lado, y la vida por otro. En el programa de radio apostamos por la vida, con todos sus derechos, o lo que quede de ellos. Toda apuesta es deseo e intención, llena de variantes y probabilidades múltiples de acertar o errar. Y nosotros sólo somos personas, es poco, pero es lo que hay.

Seguiremos informando por escrito hasta que podamos hacerlo a través de las ondas.

sábado, 19 de marzo de 2011

Terapia onírica

Habitualmente sucede en los delirios y psicosis que, de alguna forma que al principio no controlamos, el subconsciente sale a la superficie, se pasea por la consciencia despierta como perico por su casa, funde su territorio con el de aquí de siempre, generando un plus de asombro ante el mundo y nuestra forma de percibirlo e interaccionar con él. Este asombro hace bajar la guardia, las defensas psíquicas, que pasan a ser colonizadas por esa invasión de lo que habitualmente tenemos bajo llave, o entre sábanas y ojos cerrados. Es como si estuviese sucediendo, en abierto, lo que sólo conocíamos en sueños, al menos en cuanto a sensaciones, miedos y valoración de las probabilidades cercanas de su materialización. Acaba siendo incómodo y agotador, para propios y extraños, en el mejor de los casos. En cuanto al peor, mejor hablar de otra cosa.

Esta noche sucedió al revés, y fue novedoso y efectivo. La batalla de interpretaciones y sensaciones se mudó de territorio, o al menos se territorializó alterando el orden de factores. Un yo consciente bastante parecido al mío del día a día se metió en un sueño delirante, se coló, y allí se dedicó a hacer exactamente lo mismo que Lisa Simpson en el capítulo de hoy. O, más bien, se dedicó a reconocer y desactivar sensaciones delirantes y protopsicóticas en una galería de exposiciones, llena, cómo no, de puertas y compartimentos que albergaban de todo un poco, como la buena literatura de aventuras.

En tiempo y espacio onírico, mucho más íntimo y personal, la noche fue tan productiva que me desperté contenta y despejada, con una especie de satisfacción por el trabajo pendiente que ya no lo está. Es posible que esta experiencia sea meramente anecdótica y narrativa, que le esté dando una importancia simbólica a conveniencia, pero de alguna forma detuvo un proceso cuyo desarrollo no me era nada grato, y estoy contenta de que haya sido así. Me gustaría poder hacerlo siempre que lo necesitase, aunque lo que más me gustaría sería no necesitarlo.

viernes, 18 de marzo de 2011

Causas ambientales

Para alguien con tendencias deliroides, véase yo misma, lo de esta semana ha estado a punto de dejarme para el arrastre. Tres días encerrada en casa, con dolores menstruales, hormonas menstruales de las que no son chachi pirulis y tiempo completo de conexión a canales internacionales de noticias, desde las cercanas a las marcianas, en un saloncito pequeño y no demasiado iluminado (también es una metáfora), pues...tela marinera. Desactivando psicosis a cascoporro, como diría Jesús, en tiempo real. No porque no haya motivos y yo esté loquita, sino porque, precisamente, a la que está cayendo no hace falta añadirle imaginación ni modos de procesamiento inconscientes, es una mierda y punto pelota.

La realidad es fría y prosaica.

¿Me voy o me quedo?

Quiero a demasiadas personas como para viajar y preocuparlas, y está el tema de la radio, de la visita de nuestros amigos, del trabajo... Me viene fatal ahora mismo, qué le vamos a hacer.

Qué le vamos a hacer. Intentar dormir bien, mantener un horario sin demasiado desfase, compartir miedos, dudas, y cabreos, volver en mí cuando me voy y contarlo por aquí por si a alguien le apetece leerlo. En el cielo hay una luna gigante, y el anticiclón ya se empieza a notar, dentro de poco los días serán más largos y yo estaré todo lo ocupada que me proponga, por si no fuese suficiente. Todo eso me hace relacionarme con muchas y diferentes personas, y no conozco terapia mejor. Porque terapia, lo que se dice terapia de este tipo, la necesito todos los días, por si acaso.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Dudas

Tenía claro que nunca me gustó la energía nuclear, por peligrosa, por sucia, porque tampoco me suelen gustar los habituales que la defienden.

Tenía claro las altas probabilidades de tener cáncer a lo largo de mi vida, por genética, por estadística, por niveles de contaminación creciente.

Ahora tengo dudas existenciales,
¿a qué dedico el tiempo libre?
¿cómo compatibilizar la destructora idea de la muerte con este incontenible afán de vida? (Mario Benedetti)
¿será que el hombre es eso?
¿esa batalla? (Mario Benedetti, continuación de lo anterior)

Hoy escuché en la tele cómo presentaban los riesgos nucleares en Japón los distintos medios de comunicación, y a alguien se le ocurrió dividir las opiniones entre "apocalípticos" y "moderados". La idea no es suya, la copiaron de la división, o predicción, que se hacía sobre el futuro, o la deriva, de los propios medios de comunicación, y las predicciones, o opiniones, eran dos:
Del lado de los apocalípticos: McLuhan
Del lado de los integrados: Humberto Eco

A día de hoy seguimos sin saber quién tenía más razón. En el caso más reciente del ¿accidente? (al parecer se despistaron con las revisiones y puesta a punto de las centrales ante riesgo de tsunami) nuclear de Japón, ojalá tengan razón los segundos, aunque moderación y peligro nuclear suena raro. En cualquier caso, me quedaría más tranquila si decidiésemos de una vez, con la que está cayendo, apostar únicamente por energías limpias, renovables, o como gusten de llamarlas.

Hoy se hablaba también del sentido de colectividad y responsabilidad cívica del pueblo japonés, de su disciplina y confianza en el gobierno. Humildemente, pienso que nadie desea otra cosa que poder ser optimista, y la fe siempre se orienta hacia el lado que ofrece más esperanza. Pase lo que pase, hay miedos muy concretos que sabemos cómo evitar, estaría bien no exponer a nadie a este tipo de miedos.

Nunca máis energía nuclear, por ejemplo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Síntomas

¿Qué es un síntoma? ¿Cómo separarlo de cualquier manifestación del comportamiento humano? ¿quién decide lo que es síntoma y lo que no lo es? ¿Por qué unas conductas son síntomas en unas personas y rasgo de carácter en otras?

Ejemplos:

- La vehemencia
- La timidez
- La ausencia del sentido del humor
- La cara de susto
- La vagancia
- La disidencia
- La compulsión
- Las asociaciones mentales no canónicas
- La euforia

...y bla bla bla

Cualquiera de estas cualidades personales circunstanciales se consideran como tales, es decir, como síntomas, si la persona que las exhibe o manifiesta no tiene diagnóstico psiquiátrico. En el momento en que lo tenga, no cabe duda al respecto de que serán rebautizados como "síntomas". El bautismo, en una sociedad de raíces judeo-cristianas como la nuestra, no tiene nada de inocente, por más que lo vendan como la cura contra el pecado original.

viernes, 11 de marzo de 2011

Meditación

"Cuando sienta deseos de hablar de la meditación, de lo bien que le está haciendo a usted, o de lo bien que le podría hacer a quien le escucha, siga meditando. Todo el mundo, empezando por usted, se sentirá mucho mejor"


Y que me aspen si soy capaz de recordar el título del libro del que salió esta cita. Sólo recuerdo que era, cómo no, un libro sobre la meditación Zen, uno de estos dirigidos a profanos occidentales. La cita no tiene precio, nunca entendí mejor la paradoja del zen que con esta cita. Ahora bien, como occidental educada en el método científico,recuerdo a mi pesar que no hay regla sin excepción.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Diez años sin mili

Tras la batallita 358 de nuestros personajos públicos, sigo esperando una referencia, una palabrita de reconocimiento al movimiento de la insumisión, un gesto de homenaje o compensación a los que fueron, sin ninguna duda y con la cabeza bien alta, los últimos presos políticos en este país, o al menos los últimos en masa. Porque fueron un lote de ellos, con cifras de tres ceros si no recuerdo mal, los que cumplieron condena en la cárcel y años de inhabilitación civil (prohibición de trabajar en puestos públicos), por un "delito" de conciencia: negarse a cumplir una ley que consideraban éticamente injusta.

Herederos de Gandhi en la determinación de estar dispuestos a ser privados de libertad por sus ideales, que no eran otros, en el caso de los insumisos, que señalar la mera existencia de los ejércitos como condición indispensable y principal para una guerra. No hace falta ser imbécil para darse cuenta de que el asunto bélico está diseñado para que siempre mueran los mismos, los desarmados, los civiles, en número muchísimo mayor que los soldados, y de forma más injusta e injustificada.

La insumisión se estaba convirtiendo en una patata caliente a finales de los noventa, y alguien decidió zanjar, digo aznar, tan espinoso asunto, alejando el verdadero debate y reconvirtiéndolo, por arte del birlibirloque, en medallita política y ejército profesional. Y es que a los libertarios nunca, nunca, se les reconoce nada, no sea que cunda el ejemplo.

Cuando oigo a tanta gente hablar de memoria histórica, tema importante y con el que estoy de acuerdo, suspiro pensando que quizá, dentro de setenta años, alguien se acordará del movimiento de insumisión que arañó los cimientos del ejército obligatorio. Por si no llego, voy empezando para ganar tiempo.

Al terminar la segunda guerra mundial, (los Recientes Acontecimientos, como les llama Flora Poste, personaje inolvidable de la escritora Estella Gibbons, no os la perdáis)...muchos quedaron pensando qué iban a hacer con el excedente de armamento. Creo que hicieron prótesis para los mutilados, consoladores para las viudas y lavadoras para las familias felices. Luego vino la televisión, y con ella las batallitas.

martes, 8 de marzo de 2011

Escisiones

Siempre pienso que el mayor problema de toda la literatura escrita sobre psicosis y delirios es que los autores escriben de oídas, hasta el mejor o más riguroso de los psiquiatras. Hasta donde yo sé no hay noticias de psiquiatras en cuya persona se dé la doble condición de psiquiatra y experimentador, o de relator y relatado, por decirlo de forma más literaria. Quizá el ejemplo que más se parece es el de Arnhild Lauveng, y es un ejemplo de este año, que por no tener no tiene ni antigüedad, ni demasiados lectores por estas tierras, ni lugar todavía en la llamada literatura especializada. Su reciente obra se titula "El país de los bosques de hierro. Mi regreso de la esquizofrenia". Regresando Arnhild de tan extraño lugar, se le ocurrió estudiar psicología y hacer libros como este, que le valieron el premio ¡atención! a la "Libertad de expresión en salud mental", en su país, Noruega.

Libertad de expresión en salud mental.

Un premio.

En Noruega.

Hace poco.

Qué bárbaro. Cómo debía estar la cosa, en Noruega, hace poco. Que tienen un premio y todo. Será para animar. Son estas cosas que le hacen a una preguntarse, pero eso... de la libertad? de expresión? no se da por supuesto?

¿En qué estaban pensando los noruegos cuando crearon ese premio?
¿Cuáles eran los requisitos para optar?


................


"-Verás, Günter, estoy pensando seriamente en presentarme al premio libertad de expresión en salud mental.
-¡Pero qué dices! ¿Estás loca?"

Más o menos así me lo imagino, denso y escueto, un Günter como dios manda. Centrado y bien anclado en la realidad, sin escisiones. O un Manolo con bigote y corbata, haciendo la declaración de la renta, ajeno a veleidades propias de su lejana juventud setentera, atrás quedaron las carreras delante de los grises, atrás quedó la libertad sin ira, y sólo queda la ira, viendo que no las cuentas no salen, que los bancos no dan un duro, y que su hija, deshauciada debido a una enfermedad mental grave, crónica, incurable e incapacitante, anda ahora con delirios de derechos y libertades, pobrecita ella, tan joven y tan loca. Y qué decir de Remedios, enganchada al Gran Hermano, comprando babas de caracol en la teletienda, y amenazando con el divorcio si Manolo no abandona el lío con la reponedora del turno de mañana. Son malos tiempos para todos, qué premio ni qué premio, ay señor, qué valle de lágrimas.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Flexibilidad identitaria

Creo que fue Eduardo Galeano, en El libro de los abrazos, quien contaba que la identidad no es un pieza de museo dentro de una vitrina, sino algo vivo, cambiante, fluctuante. Si identidad quiere decir ser idéntico, de ahí identificarse (sentirnos idénticos en algún rasgo, lo que se llaman rasgos identitarios). Si nos identificamos con un solo rasgo, y nos hacemos idénticos en tanto en cuanto somos ese rasgo, o lo son también los demás, llegamos a la pieza de museo, a la identidad inmóvil que no es parte del ser sino el ser mismo, quieto y petrificado como ella.

Contra una idea de identidad como pieza de museo, está la idea de ser de uno de mis mejores profesores, de teoría y crítica literaria, dulces y jóvenes años, donde toda filosofía es posible, y toda experiencia nueva lo es más aún, en una edad donde la búsqueda de la identidad es más angustiosa en tanto que no queremos elegir si eso implica renunciar a todo lo demás, rodeados de un ambiente universitario que lo da todo a cambio del arte de navegar sin angustia por una economía precaria. Y allí, en ese tiempo y lugar, en medio de una clase o más bien como parte de una clase, descubrimos que no éramos como piezas de museo, sino como poliedros que flotan en el espacio, rotando y desplazándose en todas direcciones, coincidiendo constantemente con otras caras de otros poliedros, con caras que encajan como piezas de puzzle, y desencajan quizá en la siguiente rotación de cualquiera de nosotros.

Poliedro en movimiento me quedé, y no siempre ha sido fácil, cambiando de profesión, de ciudad, de ambiente, de compañías, de pareja, flotando y rotando a las duras y a las maduras. Queriéndolo ver todo con los ojos libres de gafas deformantes, de espejos cóncavos, de cristales de vitrina. Siendo como es misión imposible tal pureza de criterio, tocó aprender a mezclar, combinar, a seguir girando mis caras con las otras caras, y no niego que hasta se pueden descubrir constantes en la frecuencia de ajustes. Pero la forma no es nada sin el elogio de su movimiento continuo, durante el cual se perciben luces, sombras y destellos que son la suma de lo que se es y de lo que se hace, indiferenciado hasta donde yo tengo recuerdo, limitado sólo por la amenaza de la vitrina, por más bellas que resulten las piezas que en ella se exhiben.

martes, 1 de marzo de 2011

Neurociencia-ficción

Dicen que las neuronas que perdemos no las volvemos a recuperar.
Dicen que con los brotes esquizos, se pierden un potorrón de neuronas.
Dicen que se precipita el deterioro cognitivo.
Dicen que entramos en la Era de las Neurociencias... (uhhh!!uau!!)

Ahora que están las neurociencias tan de moda, parece que sus máquinas de medición permitirán tener tantos datos y saber tantas cosas, que se va a resolver el paro, la justicia, la estupidez humana; que se podrá hacer predicción conductual, meteorológica y apocalíptica, además de leer la mente a mayores del periódico, y escribir los versos más tristes esta noche.

¡Plas plas plas!
aplaudían las neuronas en una cueva fantástica
se regocijaban múltiples
en plástica telefiesta

se las sabían todas
por cóncavas avenidas
de banda ancha y estrecha
como flores escondidas

recorrían los caminos
propios y de los vecinos
encontraban las respuestas
mucho antes que las encuestas
y de tanto viajar
sabían hasta volar

siempre alguna se perdía
explotaba y no volvía
pero las que se quedaban
su camino reciclaban
para no perder el norte

así funciona internet
es cierto, que yo lo sé
es de tal complejidad
que no se puede atrapar
es de tal complicación
que escapa a la medición

si se pierde en internet
que no hará dentro de usted
si una máquina es compleja
imagínese una oveja
si es una oveja compleja
qué no seré yo de espesa

anda y vete cacahuete
con tu TAC y tu sueldete
que por más que me lo expliques
siempre hay algo que no cuela
que no encaja ni convence
ni resuelve ni predice
ni nombra bien, si me apuras,
los conflictos de la mente

ciencia es a literatura
lo que un robot al amor
lo que un gen a una persona
lo que a una neurona un bit
Así renqueaba que yo lo vi

Entrevistas que nos interesan

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123390