domingo, 29 de agosto de 2010

Judicalizar la salud, medicalizar la justicia.

Judicalizar la salud es dejar en manos de jueces asuntos que, en teoría, deberían corresponder, única y exclusivamente, a la relación paciente-médico. Al decir paciente-médico estoy considerando que es el paciente el que voluntariamente establece tal relación. Estamos hablando, pues, de relaciones contractuales: el paciente y el médico tienen un trato, según el cual el primero acude al segundo en busca de ayuda, y éste la ofrece, basándose en sus conocimientos científicos y siempre bajo el prisma de un código deontológico, código que incluye información y respeto a la persona-paciente, que será escuchada en condiciones de igualdad según un marco jurídico que establece que todas las personas son iguales ante la ley.

Medicalizar la justicia es dejar en manos de médicos asuntos que conciernen al estamento jurídico, como por ejemplo la consideración de una persona como "potencialmente peligrosa", sin que medie delito alguno cometido por la persona así considerada. Esta consideración viola un principio jurídico fundamental, como es la presunción de inocencia. Si los llamados "enfermos mentales" no pueden acogerse a este principio de presunción de inocencia, estamos ante un trato claramente discriminatorio. El estigma se basa, precisamente, en la generalización de este trato discriminatorio, generalización que se propaga por múltiples vías, desde la propia descripción de los síntomas,(que incluye valoraciones subjetivas, en absoluto científicas, como "agresividad" o "tendencias suicidas"), a la difusión mediática de estas valoraciones.

Ambas acciones , judicalización y medicalización, se intercambian a conveniencia para justificar medidas represivas contra los enfermos mentales, como por ejemplo el Tratamiento Ambulatorio Involuntario, al que me referí en otras ocasiones en este mismo blog. La falacia que pretende justificar la necesidad social de estas medidas radica, por un lado, en el intento de presentar la enfermedad mental como "una enfermedad más". Si las enfermedades son "iguales", ¿por qué los enfermos no lo son?
La falacia se apoya también, en otro orden de cosas, en la consideración del enfermo mental como "incompentente": incompetente para decidir, incompetente para comprender, incompetente para controlar sus acciones. Algo así como un menor dependiente, y además incapacitado para la comunicación más básica en la relación contractual con su médico. De esta consideración, que se da de bruces, obviamente, con la realidad, se deriva el desposeer al enfermo de su empoderamiento en la relación con su médico y su "enfermedad". La enfermedad es una más, el enfermo es uno menos.

Otro aspecto es la división entre enfermedad mental grave y enfermedad mental ¿menos grave?. En la medicina fisiológica, la gravedad se mide por el riesgo de muerte. En la "medicina psiquiátrica", la gravedad se mide por "riesgo de suicidio" o "riesgo de asesinato". Según esta definición, las personas con diagnóstico de enfermedad mental son más potencialmente suicidas o potencialmente asesinas que las personas sin diagnóstico, y es en base a esta definición que se justifican las medidas ("terapéuticas discriminatorias" ¿?) Como se ve claramente, la definición contiene el estigma.

Si consideramos que en España, por poner un ejemplo que nos toca cerca, entre la población reclusa, sólo un 4% (dato publicado por el periódico El país, hace menos de cinco años, en un artículo sobre cárceles) lo es por delitos de sangre, y de ese porcentaje de 4% extraemos otro porcentaje en base a si esas personas tienen o no un diagnóstico de enfermedad mental, pues nos sale un número no demasiado elevado de personas en la siguiente situación:
- Poseer un diagnóstico de enfermedad mental
- Haber cometido un delito de sangre
- Estar cumpliendo condena por ello

Ahora si, por otra parte, consideramos el número de personas que poseen un diagnóstico de "enfermedad mental grave" en una población como España, y lo comparamos con el número del supuesto anterior, nos sale que el porcentaje de personas con diagnóstico de enfermedad mental grave que han cometido delitos de sangre y están cumpliendo condena por ello es ....

Faltan las cuentas, faltan los datos, falta la investigación, pero las primeras impresiones apuntan a un peso desproporcionado del estigma en relación al peso de los datos estadísticos. Otra reflexión posible es pensar en los móviles de los asesinatos que se cometen cada año en este país, y que porcentaje ocupa, en la variedad de móviles posibles, la crisis psicótica. Eso lo sabe muy bien la policía, pero tengo la impresión de que en ese lote hay más celos, venganza y codicia que idas de olla sin más. Si todas las personas con celos, codicia y/o deseos de venganza tuviesen que recibir "tratamiento preventivo" para evitar que sus pasiones derivasen en asesinato, se pararía el país.

Judicalizar la salud es agarrarse al estigma como a un clavo ardiendo para justificar cierto tipo de represión hacia personas cuyos mecanismos mentales no comprendemos muy bien, y cuya comprensión requiere más esfuerzo que obligarles a tomar pastillas.
Medicalizar la justicia es conseguir que el psiquiatra sea cómplice de la destrucción institucional del principio de presunción de inocencia, así como de la igualdad de derechos de los pacientes y de la relación contractual médico-paciente en la que ésta se basa.

martes, 24 de agosto de 2010

Insumisión psiquiátrica

Este concepto designa la desobediencia por parte del paciente a las prácticas psiquiátricas institucionales que le son impuestas de forma involuntaria/forzosa/violenta , entre las que se podría citar:
- Ingreso y traslados involuntarios
- Tratamiento ambulatorio involuntario

También alude a la desobediencia, por parte de los profesionales de la salud mental, a la hora de ser cómplices de tales prácticas discriminatorias hacia los pacientes psiquiátricos, en contraposición a los enfermos "físicos" o "fisiológicos".

"La ley tiene una función legítima en la sociedad. La función de la ley es organizar la sociedad de manera que la justicia sea respetada por todos. Para ello, la ley, ante todo, debe defender los derechos de los más débiles y de los más pobres contra los privilegios y los poderes de los ricos y poderosos. Mientras la ley cumple su función, merece nuestra "obediencia". Pero cuando la ley, por el contrario, defiende los intereses de los ricos y poderosos-y esto ocurre con mayor frecuencia en la medida en que son ellos quién hacen la ley-, cuando la ley cubre y garantiza la injusticia, entonces no sólo es un derecho, sino un deber el desobedecerla . Lo que hace posible la injusticia no es la ley injusta, sino la obediencia a esta ley injusta, y la mejor manera de luchar contra esta injusticia es desobedecer la ley.

(...)Después de la Segunda Guerra Mundial, el tribunal de Nuremberg, juzgando a los responsables nazis, que ponían todos como pretexto su obediencia a la ley del Reich, afirmó claramente que la obediencia a una ley criminal es criminal en sí misma. Las condenas que pronunció este tribunal lo fueron por delito de obediencia.

(...) Aquel que se niega a obedecer no se desolidariza con la colectividad a la que pertenece: no se niega a ser solidario, se niega a ser cómplice. La historia nos enseña que la democracia se ve amenazada mucho más a menudo por la obediencia que por la desobediencia(...)Los Estados han hecho de la obediencia a la autoridad una virtud cuando, en realidad, la mayoría de las veces es una cobardía, y tanto el valor como el honor exigen desobedecer.

(...)Gandhi fue detenido. Pero hubo que detener también a todos los que le habían imitado:estos no solamente aceptaban ir a la cárcel, sino que lo exigían. Existe un límite de saturación de las cárceles, más allá del cual un gobierno no puede gobernar tranquilamente. Si una determinada proporción de ciudadanos está dispuesta a ir a la cárcel, el pueblo se hace más fuerte que el gobierno(...) La represión ejercida contra una acción noviolenta en una causa justa, se queda sin verdadera justificación. Si soy llevado ante los tribunales, puedo utilizarlos como tribunas en las que yo, el acusado, seré quién juzgue a mi adversario"


Jeanne-Marie Muller, Significado de la Noviolencia. Editado por el Colectivo para una Alternativa Noviolenta (CAN)1983

Descubrí este texto a través de la novela Rompan Filas, de Julia Martinez Sánchez, editada por Virus en 1995.

Desde aquí pido permiso a las autoras por trasladar sus contenidos a otras causas que también los vienen necesitando.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Adicciones ilegales, adicciones legales

Si eres adicto a la heroína, por ejemplo, tu adicción es un problema. Si para dejarla tienes que pasar un mono fuerte, sobrarán las voces(y no precisamente imaginarias)que te dirán que seas fuerte, que lo aguantes, que lo pases, porque eso te conducirá a una vida mejor. Es probable que sea así, no seré yo quién lo discuta.

Si eres adicto a los psicofármacos(los que te recetan los médicos titulados),la droga entonces pasa a llamarse medicación y es una "necesidad para tener una vida normal". Si intentas dejarla y pasas un mono fuerte, sobrarán las voces (tampoco imaginarias) que dirán: "está fatal porque ha dejado la medicación","tenemos que conseguir que vuelva a tomar la medicación"

Si hay un revés en tu vida y te das a las drogas ilegales, eres débil, o vulnerable, o macarra, o te va la fiesta, o todo a la vez.

Si hay un revés en tu vida y vas al psiquiatra para que te medique con drogas legales, eres normal, eso le pasa a cualquiera, estás en manos de profesionales,no tienes por qué pasarlo a pelo, para eso están las pastillas.

Para eso están las palabras, para conceptualizar, para unir conceptos y elaborar argumentos, para unir argumentos y elaborar juicios. Lo contrario de este esfuerzo mental son los prejuicios, que vienen envasados al vacío, para consumo rápido.

¿Tenemos tiempo para pensar, o preferimos los prejuicios?

martes, 10 de agosto de 2010

Actualmente deliro en vacaciones

...y es que el trabajo no me deja tiempo. Cuando tengo un mes libre...allá voy, viaje que te crió. Hace falta tiempo y dinero, si no, te das de cabeza contra problemas mundanos y se produce el chirrido, se corta la mayonesa. En vacaciones, en cambio, una tiene tiempo para desconectar, o reconectarse con esa parte espiritual, especial, dar paseos autorreferenciales, soñar con un mundo libre y telepático, mirar a las personas a los ojos y dar rienda suelta al amor. Porque delirando me enamoro de todo lo que se mueve, veo el querubín que cada ser humano lleva dentro, y veo el sufrimiento como lo veía Buda: ¡caca, cancelar!Delirando se despiertan los sentidos, y puedes respirar el aroma de una flor como si fuera la primera vez, o la última, sin importar la diferencia. Todo está en su sitio, todo tiene sentido, ves al asesino que esconde el vecino y piensas ¡huy huy mi gato líbrame de los hombres malos! El pelo ondea al viento y desprende fragancias milenarias, hueles a romero, espliego e imperio romano, ves a las SS cuando pasan los munipas y te emborrachas, porque esta vez a lo mejor te pillan, y mejor estar anestesiada. El sexo es magia al alcance de la mano y siempre hay alguien querido que te pregunta dónde estás, y vela por tu viaje y tú vuelves, con los ojos muy abiertos y diciendo "¡huau!, la de cosas que tengo que contarte" Y se las cuentas, más que nada porque se acaban las vacaciones y es bueno tener historias para contar en invierno a la luz de la lumbre, sobre todo cuando llueve y las gotas golpean los cristales. "Cuando estaba loca..." así empiezan todas las historias, así es la historia del mundo, delirio tras delirio.

Yo conozco mi locura, ¿conoces tú la tuya?

lunes, 2 de agosto de 2010

A Beatriz Preciado (por si se cansa de hablar de sexo)

Querida Beatriz:

Tras leer tu "Manifiesto contra-sexual" se me han ocurrido una serie de transferencias a vuela pluma, sobre las que espero que disculpes mis lagunas filosóficas, y en concreto las referentes a la comprensión de tus postulados.

Cuando hablas de biopolítica pienso, cómo no, en la biopolítica aplicada a las "desviaciones de la norma psicológica", cuyo correctivo represivo se llama psicofármacos,(el "síndrome de hiperactividad y déficit de atención" es el primero que se me ocurre como ejemplo) que sirven para que estés tan tranquilito y adaptadito como el común de los mortales, que no protesta ni siquiera cuando les bajan el sueldo, les amenazan con desnudarlos en los aeropuertos o dejarlos con el culo al aire en contextos plusmetafóricos(al fin y al cabo al culo literal le viene muy bien el aire). Los psicofármacos suponen un aparato hightech de lo más de lo plus, aunque como muy bien dices tú, que los tome quien quiera pero que por lo menos sepan de qué van.

Junto a la tecnología psicofarmacológica surge el auge identitario: soy un "discapacitado psíquico", que me den el carnet, que me hagan descuentos, que me den una pensión... que nadie se rasgue las vestiduras, estas reivindicaciones son absolutamente legítimas, (a modo de indemnización por daños y perjuicios) desde el momento en que se despliega todo un aparato tecnológico-mediático destinado a difundir las siguientes ideas:
- Los discapacitados psíquicos (en adelante DS)son potencialmente violentos. (Como cualquier persona, pero esta parte siempre olvidan mencionarla)
- Los DS son enfermos, graves y crónicos (asunción altamente performativa, no sabemos si describe algo,teniendo en cuenta las lagunas biologicistas, pero tiene el potencial tecno-lingüístico de que muchos DS se sientan así)
- Los DS están incapacitados, generalmente para adaptarse al way of life de la máquina capitalista: horarios interminables, competencia vampírica, todo por un fondo de pensiones, todo por un mañana parecido al insoportable "hoy no puedo más"-
- Los DS son irracionales, o al menos no se adaptan del todo a la racionalidad normativa, que básicamente consiste en que la ciencia es un dogma (sin atender a quién la financia y por qué), ni tampoco a la también normativa irracionalidad que se mueve en los límites de la palabra de dios(siempre que sea el verdadero).
- Los DS que no se ven a sí mismos como DS son los más DS, y además es imposible.
- Ser DS es genético, nace la identidad bioDS.
- Los DS ven muy reducida su participación social en tareas alejadas del macramé y la jardinería, oficios ambos muy nobles pero que están extrañamente sobredesempeñados por los DS.(¿algún tipo de gueto,quizá?)

En definitiva, si vas a pedir trabajo o cualquier actividad que se le parezca remotamente, es mejor que no enseñes tu carnet de DS. Que lo adivinen si es cierto que se nota tanto. Aunque otra opción es pasar de tener el carnet, que vendría a ser como no sentirte obligado a dar información sobre ciertos aspectos de tu vida, tipo religión, prácticas sexuales o frecuencia con la que te haces la manicura o vas a la biblioteca.

Querida Beatriz, ya para despedirme, quisiera que la crítica que haces a la izquierda clásica sobre la desatención a lo sexual,se la hicieses también sobre la desatención a lo psicológico, no tanto en favor de la revolución, sino en contra de todos sus impedimentos.

Felicidades por tu trabajo. Por muchos años.